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Louis dejó que el tiempo le jugara en contra mientras estaba apoyado contra el marco de la puerta, y es que no era para menos; Harry concentrado en los trazos delicados que hacía sobre un papel era totalmente una obra de arte.

Suspiró cuando observó que hacía aquello de acomodarse el flequillo, y era esa simple acción lo que desequilibraba las hormonas de Louis.

En realidad, era el hecho de observarlo, de sentir su aroma y acariciar sus rizos.

Harry, en general.

El español volteó su vista para encontrarse con el chico de los tirantes rojos y remera blanca observándolo como si jamás lo hubiera visto.

Le dedicó una sonrisa que hizo que las mejillas del italiano se tiñeran de ese color arrebol que hacía que sus ojos azules resaltaran en su perfecto rostro.

Se miraron a los ojos por un segundo, y era ese cruce de miradas el que los hacia sentir seguros, les hacia saber que todo estaba bien si podían mirarse.

Harry palmeó el asiento a su lado, dándole a entender a Louis que quería que se sentase a su lado. Al mismo tiempo agregó:—Ven, quiero mostrarte algo.

El italiano, tímido como siempre, movió lentamente sus pies, no sin antes cerrar la puerta para darse más privacidad, y caminó hacia el español. 

—Permiso.—le avisó en ese juego de palabras que sólo ellos comprendían, ese de tratarse de usted de vez en cuando y otras de amor.

Harry le sonrió, y eran los hoyuelos lo que hacía que Louis quisiera comérselo a besos, porque se veía tan hermoso, tan prohibido, tan Harry...

—Mira, quiero que adivines cuál es para ti.

Louis frunció el ceño, perdido en aquellas palabras, sin entenderlas en lo absoluto. Pero entonces, en el momento en que su vista se guió hacia las páginas que estaban escondidas tras una carpeta negra, tuvo que tirar de sus comisuras para que no se formara una sonrisa en su rostro.

Harry le estaba mostrando sus diseños, cada uno de ellos.

Comenzó a pasar las hojas, deteniéndose en cada vestido, en los colores, en la forma tan prolija en la que los trazos de los lápices formaban figuras humanas y en como las prendas calzaban perfectamente con el cuerpo, en cómo sus diseños eran únicos, incluso se atrevía a decir que eran revolucionarios, atrevidos y modernos, originales.

Se detuvo en uno en específico, uno que era de color natural y tenía el dibujo de varias perlas esparcidas alrededor. Y era que aquel vestido lo conocía, y demasiado bien; él lo había llevado.

Louis había sido el primer modelo de Harry.

Se sintió tan orgulloso por aquello, tan privilegiado, que algunas lágrimas se agruparon en sus faroles azules, esos que eran los más intensos para Harry.

Delineó el largo de aquel diseño, y notó que, a diferencia de los demás, el humano en el que estaba dibujado, tenía pintado los ojos azules y el cabello castaño.
Sobre el modelo, estaba escrito con la caligrafía más perfecta del planeta; Amélie.

—Éste.—la voz del italiano salió entre suave y cortada, casi parecido a un murmullo.—Éste es el que yo usé.

Harry le sonrió, luego hizo aquello de levantar su mano y acariciar suavemente su coronilla. Sus ojos verdes se iluminaron al encontrarse con los marinos de Louis.

—Si, pero hay otro más. Quiero que lo averigües por ti mismo.

Louis asintió y volvió a la tarea de pasar hoja por hoja, tomándose más tiempo del normal en observar cada dibujo, prestándole atención a los nombres y a los cuerpos que los lucían.

Inmigrantes [L.S] ✔ #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora