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Louis entró disimuladamente al baño, mirando a cada lado para asegurarse que nadie los estaba viendo.

Y, efectivamente, la gran mayoría iba durmiendo o, por lo menos, con las porplegas cerradas.

Se relamió los labios cuando se encontró con su novio, tan hermoso como siempre, con un rodete mal atado y la camisa desprendida, arremangada hasta los codos, con el cinto en sus manos y sus labios hinchados y brillantes de tanto mordérselos.

No alcanzó a decirle nada, porque a penas cerró la puerta tras él, Harry le extendió el cinturón de cuero.

—Quiero.—le pidió. Louis sostuvo el objeto entre sus manos y lo observó con el ceño fruncido, ¿qué era lo que realmente quería?

Pero no se dio tiempo ni a responderse a sí mismo cuando el español junto sus muñecas sobre el cinturón, y luego hizo aquella acción demasiado pecaminosa; esa de levantar su vista, abanicando sus pestañas, para encontrarse con la de Louis.

El italiano tragó saliva.—¿Cómo...?

Harry chasqueó la lengua, y luego tomó el cinturón para amarrarse él mismo las muñecas, dado que tenía un novio medio inútil al que debía enseñarle todas esas cosas que en algún momento su mente lujuriosa le hizo desear.

Se dio vuelta, dándole la espalda, respirando profundamente cuando sintió las manos heladas del italiano recorrerle el pecho, y su enorme erección golpearle el culo cuando se proponía en apretarlo contra la pared.

—Así que querés que use eso con vos, ¿eh?—Louis jadeó sobre su oído, presionándose aún con más fuerza que antes, rodando sus caderas contra su novio, porque quizás en su mente tenía la idea de vengarse de lo que Harry le había hecho.

El español asintió frenéticamente, moviendo sus rizos de arriba a abajo.
Dejó caer su frente contra los mosaicos de ese pequeño baño cuando sintió las yemas de los dedos de Louis acariciarle la piel del pecho, al mismo tiempo que desprendía el último botón de su camisa.

El italiano tomó la tela de esa prenda de vestir carísima, y la hizo rodar por su espalda, logrando que quedara al frente, justo en la parte de su boca.

—Abrí la boca, amor.—le pidió, encaramelado para que el otro no sospechara nada de su plan malévolo. Harry obedeció, y de pronto sintió como la tela de su camisa era acomodada dentro de su cavidad, siendo apretada por sus dientes en el momento en que Louis obligó a que la cerrara.—Vas a ver, atrevido.—le habló al oído, haciendo que los vellos se le pusieran de punta al español en cuanto percibió el aliento cálido del italiano contra su piel.—En tu inocencia seguro creíste que yo me iba a quedar sin hacer nada, pobrecito mi amor...—sus largos y rápidos dedos se perdieron en el botón del pantalón de vestir del español, desprendiéndolo con rapidez para luego hacer rodar la prenda por sus piernas, logrando que se acumulara en los tobillos de quien la llevaba puesta.—No tenés idea de lo que hiciste, de con quién te metiste.

Y en serio que Harry tuvo ganas de voltearse cuando escuchó el sonido de las rodillas de Louis golpear contra el piso, sobretodo cuando el quejido y las puteadas se hicieron presentes.

En cambio, se llenó los pulmones de aire cuando sintió los dedos de su novio engancharse en el elástico de su ropa interior.

Louis hizo rodar la prenda hacia los pies de Harry, para que quedara amontonada junto a sus pantalones, y sonrió contra la piel ajena, acercándose solo un poco hacia el glúteo derecho para dejar un beso allí.

—Mío.—gruñó, apretando el izquierdo con fervor, mientras que guiaba sus besos hacia la entrada de su novio.—Mío.—susurró esta vez, separando ambas mejillas con sus manos, para poder escupir entre éstas.

Inmigrantes [L.S] ✔ #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora