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Harry se removió sobre el colchón, buscando el calor de Louis a como diera lugar. Se sorprendió al no encontrarlo.

Con la palma de su mano derecha, pegó un par de palmadas en la cama, intentando buscar el cuerpo de Louis, pero, para su mala suerte, no estaba ahí.

Y quizás eso explicaba el porqué de su pesadilla.

Respiró profundamente, dejando escapar un gruñido del fondo de su garganta cuando se estiró, y abrió los ojos, acertando con su teoría de que Louis no estaba allí como debería de estarlo.

Se sentó despacio sobre el colchón, sabiendo que si lo hacía rápido se mareaba, y estiró sus brazos, haciendo sonar su espalda y hombros al unísono.

Luego, se restregó los ojos con sus manitas cerradas en forma de puños, hasta que detrás de sus párpados vio estrellas.

Se saboreó la boca, en algo que fue más por rutina que por otra cosa, y levantó la vista para ver la hora en el reloj medio añejo que había sobre el ropero que estaba contra la pared.

Frunció el ceño al notar que no eran más de las cinco de la mañana. Le pareció demasiado extraño que Louis no le estuviera haciendo compañía, y mucho menos que no le hubiera dejado alguna notita o que lo hubiera despertado con un par de besos antes de irse.

Entonces, decidido a buscarlo o a encontrar respuestas, se deslizó por la cama hasta la punta, y se calzó con las alpargatas que el italiano le había regalado, sabiendo cuánto era que Harry odiaba pisar el suelo descalzo.

Caminó hacia la puerta, no sin antes estirar su brazo hacia una camisa que había sobre una silla, donde estaba apilada la ropa de los dos, como si fuera un enorme bulto de tela, y salió hacia el patio, observando a cada lado para ver si había algún indicio del paradero de su amante.

Todo parecía normal, incluso el cielo tenía ese color medio acelestado que le hacía acordar a los ojos de Louis y tal vez eso lo relajó un poco y le hizo olvidar el porqué de su salida.

Vamos a decir tal vez, para no afirmar que en serio se distrajo con el color del firmamento.

Pero entonces, un suave tarareo lo hizo volver a sus cabales, haciéndole recordar el porqué se había levantado de la cama que estaba tan calentita.

Al parecer, venía de la cocina, y lo confirmó cuando guio su vista hacia allá y se encontró con la silueta del italiano más hermoso del mundo.

Dejó escapar un suspiro de sus labios antes de dirigirse hacia él, arrastrando los pies, haciendo ese sonido insoportable con la suela de las viejas alpargatas.

Tan taran taran taran taran tan.—el italiano estaba tan concentrado en seguirle el ritmo a su canción nacional, que poco se enteró que el español estaba de pie, apoyado en el marco de la puerta; con un antebrazo sosteniendo su cabeza y la mitad de su cuerpo inclinado hacia el mismo lado.

Harry creía que jamás había escuchado melodía más armoniosa que la voz de Louis.

Pararan tara tarara tara tara tarara.

Louis movía sus caderas de acá para allá, siguiendo el propio ritmo que él había creado, con sus manos apretando una bola de masa sobre la mesa toda enharinada.

—Buenos días.

—¡Ah!—el grito de Louis fue tan chistoso, que hasta el mismo español tuvo que reírse.

Además, se asustó tanto, que casi tiró la masa hacia el techo.

Era para reírse. De Louis, obviamente.

Inmigrantes [L.S] ✔ #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora