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Ya era tarde, demasiado; alrededor de las once y media para ser exactos. Harry no podía dormir.

Sentía la manita de Louis acariciarle la parte baja del abdomen y su respiración lenta contra su oído le aseguraba que estaba más que dormido, así que prefería estar mirando a la puerta con tal de no despertarlo.

Pero era que su cabeza daba vueltas y vueltas, y ya estaba cansado. Necesitaba a su novio.

Suspiró pesadamente, haciendo que los cortos rizos de su flequillo se elevaran hacia arriba y puso su mano sobre la de Louis.

Aún no podía entender cómo era que estaba tan fría, siendo que debajo de las sábanas y con sus cuerpos juntos, mínimamente, debía de hacer treinta grados.

—Louis.—lo llamó despacito, en un susurro.—Amor.—lo sacudió un poco, recibiendo un gruñido bajo que lo hizo estremecer, que le puso de punta hasta los pelitos que le crecían en la nuca.

—Cosa sta succedendo? / ¿Qué pasa?

El español jadeó, volviéndose loco al escuchar esa voz tan profunda y con ese acento marcado.

—No puedo dormir.

—E se ti do qualche bacio? / ¿Y si te doy unos besos?—inquirió Louis, aún con los ojos cerrados. Ejerció presión en el agarre que tenía en la cintura de Harry y lo atrajo hacia él, pegándolo contra su pecho para poder salpicar besos húmedos por la curvatura de su cuello, dirigiéndose a sus hombros desnudos.

Porque si, el atrevido del español dormía en pelotas, aún así estuvieran casi llegando al invierno.

—Por favor.—rogó, cerrando los ojos y estirando su cabeza sobre la almohada, dejándole así más espacio a su novio para que hiciera con él lo que quisiera.

Y Louis lo hizo; salpicó besos por cada espacio de dermis que Harry dejaba al descubierto, y encima le seguía acariciando la pancita y por ahí se hacía el loco y subía sus manos un poquito más, alcanzando a apretar entre sus dedos uno de sus pezones.

—Louis.—un gemido se deslizó por los labios de Harry, arqueándose cuando el italiano le apretó con más fuerza el pezón.

—Bacio, bacio. / beso, beso.—Louis le pidió, empujándose con su antebrazo apoyado sobre el colchón para poder alcanzar esos labios pintados de bermellón y medio hinchados, dado que Harry se los había estado mordiendo para acallar sus gemidos.

Se unieron por un segundo antes que el italiano se dejara caer en la cama otra vez, deslizando su mano hacia donde estuvo siempre y acomodando su cara entre el huequito del cuello y el hombro del español; justo y como estaba antes.

Pero Harry no quería quedarse así, no esa noche.

—Hazme el amor.—soltó de la nada, mordiéndose las mejillas con el miedo latente a que Louis se rehusara.

—¿Puedo hacértelo mañana? Estoy muy cansado, amor.

El español volvió a dejar que el aire se le escapara de los labios en un suspiro. Se limpió las lágrimas que, sin darse cuenta, caían de sus ojos.

—Está bien.

Y entonces juntó sus manitas debajo de su cabeza, preparándose para pasar una larga noche de mirar a la puerta, e intentó cerrar los ojos.

Merda.—escuchó el quejido de Louis detrás de él y no alcanzó a darse vuelta, pues sintió un líquido escurrirse por entremedio de sus piernas.

—¿Lou, qu-

—Sh, sh.—siseó el italiano, mordiéndose el labio inferior cuando introdujo uno de sus dedos en el interior tan apretado de su novio.—Non parlare a meno che non sia per gemere il mio nome./No hablés a menos que sea para gemir mi nombre.

Inmigrantes [L.S] ✔ #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora