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Louis no pudo dormir en toda la noche.

Se la pasó pensando en qué harían con un bebé, los dos solos. Porque para colmo, tenía que cubrir los gastos de la escuela de Pia, y enviar dinero hacia Italia.

Porque claramente no iba a dejar a su hermana en Buenos Aires, y mucho menos la iba hacer trabajar. Pia iba a terminar el colegio y después la convencería -para no decir que prácticamente la obligaría- de estudiar una carrera. Ojalá que eligiera medicina, ¡o enfermería! Podría cumplir el sueño de su madre.

Además, tenía a cierto chico rizado soltando bajos ronquidos que le hacían cosquillas en el pecho y justo donde apoyaba su cabeza; en el huequito entre su cuello y su brazo.

Pero bueno, agradecía demasiado que a la niña no se le hubiera ocurrido por despertarse a llorar, porque encima Louis la hubiese acompañado.

Respiró profundamente cuando levantó la vista y vio el reloj; las cinco y media de la mañana.

¡La puta madre! El tiempo se le iba volando.

Louis pensaba, y en serio que lo hacía, demasiado serio para su personalidad, que algún día abriría los ojos y tendría arrugas. Porque era imposible que el tiempo transcurriera de esa forma, como si le estuviera jugando una carrerita a alguien. Alguien a quien Harry se mofaba diciéndole destino.

Se desperezó un poco, fingiendo haber dormido por horas cuando no fue así, al escuchar como Harry se saboreaba la boca, como si fuera un bebé.

—Buen día, novio.—le susurró, apoyando sus labios en las raíces oscuras del español.

—Mmm.—gruñó Harry, en cambio.—Buen día, novio.—se abrazó más al italiano, apretando con fuerza su abdomen, olvidándose completamente que aún la niña descansaba sobre su pecho.

—Despacio.—Louis comenzó a acariciar suavemente el brazo que cruzaba todo su abdomen.—Tenemos compañía.

—Odio la compañía.—se quejó el español, gruñendo otra vez cuando se giró hacia el lado de la pared.—¿Qué vas a hacer con eso? Recuerda que hoy nos iremos.

—Devolverla.—Louis se encogió de hombros, sosteniendo con una de sus manos a la niña que aún dormía plácidamente en su pecho, y la otra intentando cruzar por detrás del cuello de Harry, queriendo abrazarlo.—Se supone que la doña tiene que volver. Yo no pienso llevármela a Córdoba.—masculló algo que no llegó a ser audible ni entendible para ninguno, luchando para poder enroscarse con su amor.—Por favoooor.—le rogó, notando que Harry no quería dejarle espacio para que lo abrazara.

El español gruñó, enojado porque a su novio se le había ocurrido levantarlo temprano, ¿quién era Louis Tomlinson para despertarlo a las cinco y media de la mañana? Un demente, claro estaba.

Se giró sobre el colchón, quedando justo en el mismo lugar que antes; con su cabeza en el hueco entre el cuello y el hombro de Louis.

El italiano, sonriente por haber logrado su cometido, estiró su brazo, metiéndolo por detrás de la espalda de Harry, y lo abrazó fuerte, acariciando sus raíces con la punta de su nariz.

Su otra mano aún seguía sobre la espalda de la niña desconocida, quien parecía un pequeño querubín, con sus facciones de bebé calmadas y sus suaves cabellos dorados, con sus manitas a cada lado de su cabeza, como si estuviera abrazando a Louis de alguna forma, y su enorme pañal.

En serio que el italiano estaba repensando la idea de raptar a la bebé, porque no se quejaría nunca si pudiera levantarse así todas las mañanas. Aunque más le gustaría que fuera uno propio, claramente. Uno que tuviera rizos como Harry, y con ojos azules como los suyos.

Inmigrantes [L.S] ✔ #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora