ÉREBO Y BASIL

49 9 0
                                    

Atenea observó con detenimiento a su alrededor, las hojas de los árboles se mecían con la suave brisa, y el aroma de las flores la envolvía con su potente perfume. La primavera había llegado, no era un hecho de mucha relevancia para la diosa, había tenido tantas primaveras que no podría decir que esta fuera especial, sin embargo a veces se deleitaba pensando que esa pudiera ser una de sus preocupaciones. Le hubiera gustado ser humana, aunque sea probarlo por un día, a veces sentía que podían vivir de una forma mucho más intensa, o quizá ella solo fuera una deidad aburrida.

Comenzó a caminar con calma, al fin y al cabo demorarse unos minutos más no alteraría en los más mínimo el curso de su larga vida. Conocía el camino, y era una visita a la tierra que no podía postergar, de hecho se encontraba un tanto emocionada.

Hacia algunos meses Medusa había empezado a vivir en un lugar más alejado de la polis, aquel bosque era perfecto, alejado de las miradas indiscretas y bastante seguro para ella y para otras personas. Sin embargo los rumores parecían correr a la velocidad de la luz. De alguna forma en los poblados aledaños se había iniciado el rumor de que una criatura mágica habitaba el bosque. Era cierto que la gorgona había tenido algunos accidentes, pero aun así a Atenea le sorprendía profundamente la capacidad de las personas para inventar historias, algunos incluso decían que el bosque era habitado por una doncella que atraía hombres desprevenidos para luego transformarse en un demonio y devorarlos.  Aun con todo lo ocurrido la gorgona parecía mucho más tranquila, Apolo se había encargado de brindarle contención y apoyo para manejar sus nuevas habilidades.

El dios de la profecía había cumplido con su palabra a raja tabla. En algún momento había decidido que la forma más adecuada de ayudar a la gorgona era llegar hasta el fondo de sus pensamientos. Por lo cual había hecho un hueco en su ocupada agenda para ver a Medusa, tal vez esperaba que ella misma aplacara el caos de su alma con aquellas sesiones. La diosa de la sabiduría no preguntaba jamás sobre el progreso de las mismas. No quería presionar a Medusa ni a Apolo, tal vez en otro momento lo hubiese hecho, pero era ese ímpetu por tener o brindar respuestas inmediatas lo que antes la había llevado a equivocarse.

Se detuvo frente a una pequeña casita en el corazón del bosque, era un lugar sencillo, pero de alguna forma tenía un encanto y un aire misticismo, o tal vez ella misma estuviera imaginándose historias llenas de misterios, en cualquier caso siempre había tenido una imaginación muy activa.  Las trepadoras dibujaban motivos verdes por las paredes de piedra y de no haber sido por el humo que salía de la chimenea hubiera podido parecer deshabitada. Repentinamente la se abrió la pequeña puertecita de madera dejando entrever a una sobresaltada Medusa.

—¡Por el rayo de Zeus! ¿Qué es esto de venir envuelta en trapos y quedarte por minutos acechando? —soltó la gorgona con evidente sobresalto y la diosa tuvo que ocultar el esbozo de sonrisa.

—Lo siento, sabes que tengo otra noción del tiempo, ¿a qué se debe el susto?

—No lo sé, tal vez estoy paranoica, pero he visto algunos visitantes extraños en el bosque... —comentó en tono serio.

—Estaré al tanto de la situación, espero que haya sido una casualidad —musitó con una mirada grave, entonces no pudo evitar también sentirse perseguida y como por instinto miró a sus alrededores.

—Será mejor que entres, así podemos hablar más tranquilas—la diosa asintió e ingresó, la casa era mucho más espaciosa y luminosa de lo que aparentaba, en el interior tenía unas pocas cosas pulcramente ordenadas—. ¿Entonces?

—Tengo muy buenas noticias, espero que Apolo no se me haya adelantado —Medusa la miró curiosidad , entonces Atenea estuvo segura que era la portadora de aquella noticia—. Verás, no he querido decirte nada antes por si no resultaba, pero hemos logrado que Poseidón retroceda  sus dominios.

TEMPESTADDonde viven las historias. Descúbrelo ahora