VISITA NOCTURNA

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Afrodita vislumbró una silueta que le parecía conocida. El palacio se hallaba en un silencio sepulcral, tanto que incluso le pareció que aquel dios se percataría del tamborileo de su corazón, pero no lo hizo. No necesitaba ver su rostro para saber que se trataba de Éter. Sus pálidos cabellos ondeaban bajo la tenue luz de la luna, su respiración era  regular y armoniosa, y cargaba su peso sobre el borde del balcón con una postura cómoda y relajada.

Afrodita sopesó la posibilidad de que aquella visión fuera real, de buenas a primeras hubiera asegurado que era un espejismo, tal vez causado por sus propias ganas de verlo, pero todo parecía tan real, y ya había pasado varios minutos contemplando aquella figura que solo miraba la bóveda estrellada.

Armándose de valor caminó con sigilo hacia Éter, estando a menos de un metro se detuvo en seco. ¿Qué debería hacer?.  De pronto no le pareció una buena idea perturbar su calma, los hombros de Éter se movieron rompiendo la quietud para finalmente volver a recargarse sobre el balcón, la diosa perdiendo todo el valor comenzó a retroceder, pero algo se interpuso en su camino, provocando un ruido delator, entonces su respiración se aceleró y clavó su vista en el dios elemental, pero este parecía tan absorto como hace un momento. El corazón de Afrodita latía desbocado. Que Éter no dijera ni mu le parecía aun mas alarmante que ser descubierta por este. Pues eso solo podía significar que era plenamente consciente de su presencia, incluso desde antes de que ella hubiera hecho un escándalo, entonces pensó que ya no podía darse el lujo de retroceder, debía averiguar que había motivado su segundo descenso, porque aunque deseaba no estar en lo cierto, tenía la fuerte sospecha que su motivación no había sido verla.

La diosa de la belleza carraspeó, pero Éter seguía inmutable. Con nerviosismo extendió su brazo, al principio con sutileza, como si su tacto fuera a desvanecerlo, tocó la vaporosa tela que colgaba de su hombro cubriendo una parte de su espalda, rápidamente a través de la tela sintió sus músculos tensarse ante su tacto y Afrodita no pudo evitar alegrarse de que no se tratase de un espejismo.

—Éter —dijo la diosa susurrante. El aludido se dio vuelta con gracia, la Afrodita lo miró de pies a cabeza, detallando cada centímetro y sintiendo electricidad recorriendo su cuerpo, había pasado tanto tiempo sin verlo que había olvidado aquel sentimiento, finalmente llegó hasta su rostro, algo había cambiado, era algo en su expresión que no le resultaba para nada familiar, un brillo extraño en sus ojos ámbar y una sonrisa tiesa, demasiado forzada para su andar despreocupado y su rostro cansino. De repente Éter se hallaba a escasos centímetros, pero la diosa ya no sentía la misma felicidad que antes, sin embargo aún persistía la agitación y el nerviosismo. 

—No has cambiado nada —las palabras escaparon lentamente en un sonido melodioso, pero la diosa de la belleza no pudo relajarse, no importaba cuanto se pareciera, algo le decía que no era él y que no debía bajar la guardia, aun así se hallaba paralizada, su cuerpo no le respondía y solo lograba mirarle con extrañeza. 

Las manos del dios se posaron en el rostro de la diosa, su agarre era firme y su gélido tacto le causó escalofríos, sentía esos ojos miel sobre sí escaneándola con intensidad, ya no había ni rastro de que hubiera sonreído. Afrodita trató de zafarse de su agarre, pero lo único que logró fue una mirada de extrañeza.

—¿Quién eres? —farfulló ahogada, tal vez solo fuera fruto de su imaginación, pero en su cercanía, la atmósfera se había vuelto pesada y la diosa respiraba con dificultad.

—¿Por qué sigues poniendo esta distancia? —la diosa no supo de que le hablaba, así como tampoco pudo entender la expresión que le brindaba, aunque le pareció que en su mirada había rencor.

En un movimiento rápido logró soltarse de su agarre y retrocedió, la faz de Éter se desfiguró por un momento, finalmente logró enmascararla hasta que su rostro solo expresó ofendimiento ante el rechazo de la diosa.

TEMPESTADDonde viven las historias. Descúbrelo ahora