La compañía del penar: I

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-¿Cuál es tu nombre, muchacho? - preguntó el psicólogo, dirigiendo su vista a su agenda.

-Deimoss. - contestó, evitando el contacto visual.

[...]

Si su madre no hubiera llegado al tiempo quizás su hijo ya no estuviera más a su lado. La señora, al entrar y no escuchar el callado saludo de su hijo, se dirigió un tanto confundida a la habitación, gritando estupefacta al ver lo que se encontraba frente a ella, una muy horrible escena que a cualquier madre la llenaría de deprimente agonía por pensar en no haber podido proteger lo suficientemente bien a su amado hijo; con tan sólo estar del otro lado de la puerta pudo inhalar ese olor a sangre que la alertó un poco, girando con velocidad la perilla, entrando de golpe, pegando un fuerte grito de miedo; su hijo menor se hallaba tirado en el suelo con una grave herida en su brazo provocada gracias a un cuchillo, siendo su cuerpo abrazado por un charco de sangre.

La señora, sin saber qué hacer, se dirigió al teléfono, llamando desesperada a la policía para conseguir ayuda. Lo primero que la chica que atendía las llamadas le dijo fue que guardara la calma, ya que pedía ayuda entre lágrimas que demostraban vivo miedo por el estado de su hijo. Lo segundo fue que mandarían una ambulancia a su casa lo más rápido que pudieran.

la señora no sabía qué hacer, así que sólo se limitó a esperar a que llegara la ayuda, la cual llegó en casi menos de un minuto. Los doctores acostaron el cuerpo sangrante del joven de gorra gris en una camilla para meterla dentro de la camioneta y, finalmente, manejaron rápido al hospital, donde ese joven sería atendido.

El chico abría lentamente sus ojos con cansancio, sintiendo frío en su herida. Al despertar por completo intento moverse y así lo hizo, sentándose en el colchón, la enfermera se acercó a él, comenzando a atenderle.

-Vaya, ¡Por fin despiertas! Ya me estaba preocupando por tí, joven. - mencionó la femenina enfermera de lindo traje rosado, haciendo que el otro se vuelva a acostar.

El chico de gorra gris puso su mirada en la herida que él mismo se provocó para poder terminar de una vez por todas con su horrible vida que parecía un bucle del cual sólo podría detenerse acabando la. Tenía gran cantidad de vendas en ese lugar, ya todas sucias por la sangre seca.

-Es mejor que cambiemos tus vendas, Deimoss.

La enfermera fue hacia un estante, sacando una pequeña cajita con vendajes del interior de este.

La enfermera, con delicado cuidado y con ayuda de unas tijeras plateadas que lucian muy afiladas comenzó a retirar el sucio vendaje del brazo del chico. El ardor paseó por la herida al tener contacto con el frío aire que hacía en la habitación, haciendo al chico soltar un gruñido en forma de quejido. Con el mismo tono de cuidado la enfermera puso nuevas y limpias vendas en su herida.

-Ya está listo tu brazo, Deimoss. Te dejaré unos momentos, ¿Sí? Tengo que atender a más enfermos. No tardó.

Y la amable chica dejó el lugar.

El sonido del monitor de signos vitales era lo único que caminaba por la cabeza del chico, dejando por otra ruta a los demás pensamientos. De nuevo, cuando su herido brazo mejore tendría que volver a su horrible vida en la que no era para nada feliz. De tan sólo pensar en que era sólo una inútil célula que desperdiciaba oxígeno hacía que las delgadas lágrimas salieran de sus ojos, haciéndolo tomar bocanadas de aire para regular su respiración.

Ya no quería nada más, no quería arruinar y fastidiar la vida de las personas a su alrededor, sólo quería nunca haber pisado la tierra.

No le hubiera gustado ver los colores de la vida.

"A Love In Nevada࿐MC"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora