La compañía del penar: II

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Una sesión más. Deimoss contestaba las preguntas y relataba los hechos con indiferencia, sin ninguna expresión que demostrará sentimientos, simplemente haciendo lo que le pedían, pero, al escuchar al psicólogo pedirle que pase unos cuantos minutos hablando con el chico que le presento ayer, su expresión cambio, convirtiéndose en una que representaba confusión, pero acepto a fin de cuentas, sabía bien que si no hacía caso al psicólogo recibiría algún castigo de parte de su madre y, si llegaba a decir algo que revelará mucho que pensar, sería peor.

El chico de lentes oscuros entro a la habitación, saludando con notable educación, Deimoss sentía sus mejillas arder con sólo oírlo saludar; quería golpear su propio estómago cuando sentía esas cosas tan raras dentro. El psicólogo los dejo solos, dijo que sería por un rato y luego regresaría, quien sabe qué haría en todo ese estimó. Entre los chicos hubo un silencio que sólo duro segundos, siendo el de alta estatura el que lo rompió. Debía hacer hablar al otro, si no, no le pagarían lo ya acordado, dando inicio a una común presentación.

Deimoss no decía nada, sólo movía la cabeza, asintiendo o negando, mirando al suelo para ocultar lo nervioso que le ponía la presencia del otro chico; el otro, al observar este comportamiento, pensó en que necesitaba otra opción para hacerlo abrir su lastimada boca de una vez por todas.

-Oye, mírame, ¿Sí? - pidió el chico de lentes, con un tono un poco fastidiado. El otro no hizo caso, empezando a juguetear con sus dedos.

El alto chico de lentes se levantó de su silla, acercándose a Deimoss, tomo entre sus dedos su barbilla, levantando su mirada, la cual se notaba más indiferente que al principio, como si nada le fuese importante. Deimoss safó su barbilla del agarre del otro, empujando sus manos.

-Lo siento... - se disculpó Deimoss -Es sólo que no qué decirte...

-¿A qué te refieres con eso? - preguntó el chico de lentes, volviendo a su silla.

Deimoss levantó los hombros, devolviendo su mirada a sus dedos.

-¿Hay algo que no te permite decírmelo? - Deimoss levantó rápido su mirada, eso fue un tan obvio "sí".

Deimoss no debía decir nada si es que no quería quedarse dormido entre lágrimas.

-Es eso, ¿Cierto? - insistió el de lentes, viendo fijamente al nervioso chico que tenía enfrente.

Deimoss hizo una mueca triste en respuesta, ocultando sus manos entre las largas telas de sus mangas.

-¿Es la señora que está sentada en la sala de espera? ¿Es ella la razón? - Deimoss iba a comenzar a llorar si seguía, no podía evitar hacer muecas con sus labios. -Dime, Deimoss. No huyas.

Deimoss tapo su rostro con las mangas de su sudadera.

No huyas.

Deimoss por fin dió un asiente silencioso con la cabeza. El otro entendió que no quería que la señora lo escuchase. Se sentó a su lado, donde podrían escucharse al hablar en un tono de voz más bajo. Deimoss no quitaba las telas de su rostro.

-Sanford. - susurro Deimoss, el nombrado puso su atención en él, sentía que lloraría y que no podría evitarlo.

-Dime.

Deimoss calló por unos instantes, sintiendo como Sanford apartaba sus manos de su cara.

-Dime. Por favor. - pidió el de lentes, mirando como sus ojos se hacían cristalinos gracias a las lágrimas que amenazaban con salir.

Por fin comenzó a llorar, no hacía nada que no fuera eso, dando lágrimas en son de respuesta; sus lágrimas con rapidez viajaban hasta caer en sus ropas, no emitía ruido, eran tan silenciosas como indiferentes.

Sus labios se sentían unidos por un hilo que no le permitía hablar, cocido gracias las agresiones a las que tanto debía ser sometido, sólo derritiéndose entre penas que nunca se acabarían.

Deimoss habló en voz baja, contando todo, o bueno, casi todo, aún tenía miedo. Sanford lo escuchaba con atención, cuidando que las lágrimas no se derramarán en su ropa. ¡Wow, contárselo a un desconocido fue un buen desahogó!

El psicólogo entro a la sala, hallándose con tal escena.

-Sanford, puedes retirarte.

El de lentes asintió con la cabeza, soltando las manos de Deimoss, quien se aferró a él impidiendo que se levantara, nunca había sentido tanta atención y consuelo que no fuera propio, necesitaba a alguien a su lado.

-Deimoss, la sesión termina en unos minutos. Ya detente. - pidió el psicólogo, dándole una amargada mirada.

-Pero yo... - inquirió Deimoss. Al final, no protestó más.

Sanford, luego de que Deimoss lo soltará, camino en dirección a la puerta, quedándose quieto al tocar la perilla, volteando tras de él para volver a ver a Deimoss, quien aparto la mirada avergonzado.

Dejo la habitación, haciendo que el sonido de la puerta golpeando con el marco sonara por el lugar.

[...]

La sesión termino, Deimoss ya estaba en el auto camino a casa junto a su madre.

-¿Qué le contaste a ese chico, Deimoss? - esa pregunta le helo la sangre.

Tragó saliva, comenzando a sudar de los nervios, se estaba arrepintiendo de haberle agarrado confianza a Sanford con tan sólo un contacto de manos y miradas.

-No le contaste nada, ¿O sí? - la señora puso su amenazante mirada en Deimoss, quien la evitaba con miedo.

-No. No lo hice. - dijo, con falsa honestidad.

-¡Qué bien! - la señora puso su mano en el hombro de su hijo. -Sabes lo malo que sería que dijeses algo. Lo sabes, ¿No? - la señora apretó con fuerza su hombro. Asintió con miedo. -Bien! Eso me alegra, hijo.

Llegaron a casa luego de una pequeña cantidad de semáforos, Deimoss entro con esa inseguridad que lo caracterizaba, recibiendo las miradas enojadas de los demás en la casa. Se dirigió rápido a su habitación sin saludar o decir cualquier otra cosa, cerrando la puerta con seguro, tirándose a su cama para tapar su cara con la almohada.

"A Love In Nevada࿐MC"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora