~Para entenderla, debes conocer toda su historia.~
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Morgan fue forzada a ir a la corte inglesa para casarse con el rey Henry Tudor, bien conocido en todo el mundo por sus "conflictos amorosos". A pesar de que sus padres y su país la obligan a con...
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19 de febrero de 1533
¿Cómo las otras mujeres del harén podían dormir plácidamente con todo lo que les habían hecho? ¿Cómo sus cuerpos podían descansar en esas diminutas camas que simulaban el catre de un pordiosero en un albergue? ¿Cómo sus pieles no ardían por el toque áspero de las sabanas que les entregaron? ¡¿Cómo no deseaban aullar maldiciones al moverse y sentir el ardor entre sus piernas?!
Ser violada era lo único que le faltaba para ser completamente rebajada y en ese baño turco le hicieron lago muy similar, que fue tirarla en el suelo y abrirle las piernas para revisar que su virginidad estuviera intacta. Claramente la princesa trató de defender la poca dignidad que le quedaba, así que dos eunucos del harén entraron y la sujetaron: uno de los brazos y otro le abrió las piernas para que así la doctora pudiera introducirle los dedos para parparle ahí dentro, donde su esposo debía entrar en su noche de bodas con cierto cuidado que no tuvo la doctora, pues estaba tan desesperada que se encargó de encajarle las uñas en la carne delicada e inexplorada.
Su futuro esposo... La niña romántica que era quiso aferrarse a la idea de que estaba desesperado buscándola ¡Que toda Europa estaba en búsqueda de ella! Y que en cualquier momento las puertas del harén caerían, entrarían sus salvadores y se la llevarían de ahí mientras se desataba una carnicería en contra de los turcos.
Pero en un tiempo extremadamente limitado había recibido un golpe de realidad tan enfermizo que las ideas románticas sobre un rescate fueron reemplazadas por deseos de venganza, mucho más fuertes que el deseo de encontrar una forma de escapar.
Vio sus manos y gracias a la luz de las lámparas pudo ver el pequeño punto rojo que escocía, regalo de la pulga que la aprobó para convertirse en una concubina del imperio otomano.
De princesa heredera de Rutenia a mujerzuela del sultán otomano, parecía un terrible y asqueroso chiste, pero la esa era su nueva realidad y nadie la iba a sacar de ahí.
Vio el crucifijo que le habían permitido conservar, no lo había notado en días de viaje, solo pudo hacerlo en cuanto la vistieron con prendas "decentes" (un uniforme de tela idéntica a la del resto de chicas nuevas no era digno de una princesa) y pudo sentarse sin que la arrastraran o empujaran de un lado a otro gritándole que fuera obediente.
Aún en su cama levantó la mirada, apretando la cruz con fuerza mientras observaba el piso de las preferidas del sultán, envidiando a las mujeres que ahí vivían no porque hubieran pasado por la cama del sultán, era porque ellas podían usar vestidos elegantes, tener su propia habitación, una buena cama y no acababan de ser arrojadas a al suelo para ser manoseadas por extraños.
Bueno... De eso ultimo no podía estar tan segura.
Irritada por el desastre en que se había convertido su vida en cuestión de segundos se levantó de la cama y cegada más por la ira que por la noche comenzó a caminar entre tinieblas rumbo hacia la primera antorcha, la cual tomó entre sus manos quemándose un poco los dedos en el proceso, pero eso poco o nada le importaba, porque quería venganza.