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19 de febrero de 1533

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19 de febrero de 1533

La mano de aquél que la secuestraba (¿Podía considerarse secuestro viendo la situación en la cual estaba?) le presionaba la nariz y la boca, haciendo que el aire que le llegaba a los pulmones fuera reducido en tal forma que dejó de luchar casi un segundo después de que la comenzaron a llevar ¡No solo eso! Incluso sintió que su cabeza daba vueltas, como lo había hecho en el barco que la llevaba rumbo hacia su matrimonio.

Entonces la mano cayó, la depositaron sobre algo mil veces más suave y mullido y Morgan inhaló aire exageradamente para así poder compensar lo que había perdido, esperando que eso detuviera el odioso mareo que se sumaba a su lista de malestares.

—Le ruego me disculpe, mi señora. —Le hablaron en su lengua materna, plagada de un repulsivo acento otomano que había dejado de escuchar en cuanto la dejaron con las mujeres nuevas, que eran de todas partes del mundo, excepto de ese lugar, lo cual era un pequeño alivio. —Pero debía hablar con usted en privado.

La visión de Morgan finalmente se aclaró y ante ella pudo ver a la mujer que la había comprado por veinte monedas en el barco de los tártaros y que, además de eso, le había tirado los cabellos para hablarle al oído en ucraniano, logrando que obedeciera hasta que la llevaron a los baños.

—¿Quién eres? —Preguntó en forma tosca, tocándose las mejillas para asegurarse de que no le hubiera dejado alguna marca, porque ya estaba lo suficientemente mancillada como para tener algo en el rostro.

La mujer levantó la cabeza y Morgan pudo verla bien. Tenía los cabellos castaños elevados sobre la cabeza y atados en una elegante trenza al estilo griego, el cual parecía ser una moda dentro del harén pues había visto a muchas mujeres luciendo ese peinado ahí, aunque parecía ser un privilegio que se ganaba, pues a ella la forzaron a usar un recogido simple que no podía soltar a menos de que quisiera que le cortaran el cabello con tijeras calientes.

Ella era unos veinte años mayor que Morgan, eso podía notar viendo su físico y piel oliva con varias arrugas, pero sus ojos lucían llenos de sabiduría, tanta que incluso una persona torpe como Morgan pudo notar que ahí, en su alma, había muchos más años de los que tenía en realidad.

—Mi nombre es Dilara. —Un nombre otomano y de los más comunes, pues muchas en ese harén lo habían adoptado. —Pero al nacer, mi madre me dio el nombre de Aleksandra. —Eso llamó la atención de Morgan, pues el nombre Aleksandra era muy común en su tierra. —Aleksandra Lipczak, duquesa de Dinamo. —Recitó con tristeza el título que le había sido arrebatado en un abrir y cerrar de ojos y entonces Morgan recordó su infancia, las historias que le contaban sus padres para que el odio hacia los otomanos aumentara y, más importante aún, las demandas ofendidas que hacía el duque de Dinamo a su padre.

—Aleksandra Lipczak. —Repitió Morgan reacomodándose en la cama pues la presión que hacía la posición inicial le lastimaba entre las piernas y si llegaba a ir al baño, no le sorprendería que orinar fuera un martirio, por lo cual prefería no beber agua por un tiempo. —Yo te recuerdo.

Survivor {The Tudors}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora