12 |Reina|

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15 de enero de 1535

—Nasmiye. —Habló el sultán en voz baja mientras una adorable pelirroja cubierta solo por un casi transparente velo rojo que caía sobre sus hombros se reía. —Tienes que dármelo.

—Si te lo doy te irás y me dejarás sola otra vez. —Nasmiye estaba casi protegida tras el escritorio del sultán, moviendo las joyas de la corona de una mano a la otra en forma juguetona. —¡Así que no! Y sabes bien que quien manda en este lugar soy yo.

—Soy el sultán del mundo. —Replicó el hombre tratando de no sonreírle a la mujer que amaba, pero estaba a punto de fallar porque la adoraba, más aún cuando tomaba esas actitudes tan adorables de no querer dejarlo marchar.

—Y yo soy tu sultana. —Replicó la pelirroja mientras se colocaba el amuleto, dejándolo descansar sobre su pecho casi desnudo, logrando que el sultán se embobara en esa vista tan magnifica. —Y como no puedo ordenarte que no salgas, puedo al menos evitarlo.

—Tengo que ver al embajador de Venecia. —No le apetecía en lo más mínimo, pero debía hacerlo. —¿Qué te parece si hago que coloquen el biombo y entras a la reunión conmigo?

Había pasado más de un año desde que Morgan llegó al palacio de Topkapi y no había sido un lecho de rosas su estancia, sin embargo, todo comenzó a valer la pena cuando el sultán se enamoró de ella; las joyas, las telas, los obsequios y las habitaciones privadas se convirtieron en una constante. Y eso no era todo: los buenos tratos, las caricias, las adoraciones, las lecciones de política y la intención de incluirla en todo hicieron que pequeños sentimientos afloraran en ella.

Y conforme pasaba el tiempo, estos iban creciendo más y más, hasta el punto de que se convirtieron en una pareja de enamorados que no querían separarse el uno del otro, hasta tal punto de que al sultán se le ocurrió colocar un biombo en la sala del trono para que su adorada Nasmiye pudiera ocultarse tras él, tomarle la mano y aconsejarlo.

Todos sabían que había alguien tras ese biombo, pero verle el rostro a una de las mujeres del sultán estaba prohibido y, a pesar de ser la adoración de ese hombre, Nasmiye solo era eso: una concubina, pues durante toda su estancia en Topkapi no había logrado concebir ni una sola vez.

—Suena tentador. —Nasmiye comenzó a balancearse en las puntas de sus pies, mordiéndose el labio simulando pensar, cuando en realidad lo que estaba haciendo era coquetear con el sultán. —Pero sé que esa reunión solo servirá para confirmar una guerra y te irás en una campaña ¡Así que no!

El sultán en respuesta rodeó corriendo el escritorio para atrapar a su concubina, pero ella fue más rápida y logró llegar antes al otro lado de la habitación, donde no estaba por completo segura.

—Sabes que antes que nada soy el sultán. —Siguió hablándole el hombre, dolido de que los juegos de su amor fueran para evitar que se marchara, pues no podría prolongar su partida durante el suficiente tiempo.

Survivor {The Tudors}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora