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15 de febrero de 1533

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15 de febrero de 1533

—Dios te salve María, llena eres de gracia, el señor es contigo, bendita tu eres entre todas las mujeres. —Rezó la joven de cabellos rojizos ocultos entre el delicado velo color azul oscuro. Estaba de rodillas ante la imagen religiosa de una virgen inmaculada, blanca y pura, perfecta en su sencillez.

—Alteza... —Llamó uno de sus sirvientes desde atrás, tratando de ser discreto para no alterar a la congregación de la iglesia por una visita real.

—Y bendito sea el fruto de vientre, Jesús. Amén. —Terminó su oración, cerró los ojos en señal de respeto y después se bendijo, esperando que sus plegarias fueran escuchadas.

Morgan se levantó, vio la figura de la virgen una vez más y después observo a su criado con cierto recelo. El muchacho aún tenía el ojo morado (casi azul en realidad) por el golpe que ella le había dado con uno de sus zapatos, que fue el objeto más cercano que tuvo en ese momento. El criado había osado llamarla princesa mimada cuando creía que no escuchaba, así que Morgan ofendida tomó lo primero que su mano encontró y se lo arrojó a la cara.

En la cabeza de la pelirroja le había hecho un favor, nunca en su vida volvería a ver unos zapatos de tal calidad, además, se abstuvo de hacer que lo arrojaran por la borda solo porque aquél criado era bueno dando masajes de pies y encontrar otro que lo hiciera así en tan poco tiempo sería imposible.

Oh, era tan misericordiosa.

Las puertas de la iglesia se abrieron de golpe y ella por un segundo lo agradeció. Nunca había estado en una iglesia además de la pequeña capilla del palacio (lo cual en realidad no era una iglesia, era una habitación donde había figuras religiosas y cada día iba un sacerdote a santificarla), pero en esa hora que había estado ahí rezando descubrió que no le gustaba, que la gente del común apestaba y que prefería purificar su alma en soledad.

—¡Los tártaros están aquí! —Gritó un niño de más o menos ocho años antes de ser empujado con brutalidad por un hombre que casi le triplicaba en tamaño.

Morgan comenzó a hiperventilar y sentir como si la nieve de su hogar le recorriera de pies a cabeza en cuestión de segundos. No entendía lo que ocurría y el hecho de que eran contadas las ocasiones en las que había sentido estrés en su vida no le ayudó a procesar la situación.

—¡Protejan a la princesa! —Escuchó gritar a uno de sus guardias, quien valientemente se aproximó hacia el hombre que había empujado al niño, que en realidad parecía una bestia por la cantidad de vello en su rostro y prendas hechas con piel de animal.

Morgan no supo qué hacer, se quedó en su lugar, estática y sin poder moverse, pero podía ver lo que ocurría a su alrededor, como más hombres iguales al primero llegaban y apuñalaban personas sin piedad. Pero había un patrón en ello, solo asesinaban a hombres, mujeres mayores de cierta edad, niños y niñas demasiado pequeños como para sobrevivir más de un día sin comer.

Survivor {The Tudors}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora