Capítulo XV

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—¿El señor Haler no piensa decirme quien le ha dado esos golpes? — inquirió Mackenzie mientras le limpiaba lasbheridas de la frente al soldado, quién no dejaba de soltar chillidos de dolor.

—Fue un ladrón, y no me preguntes como era porque tenía el rostro cubierto con una manta negra— respondió Haler evitando hacer contacto visual con ella, pues la estaba engañando con una historia improvisada.

—¿Un ladrón se metió al palacio? Eso es imposible, hay soldados por todos lados— dijo sorprendida, aún seguía limpiando las heridas del hombre.

Había unas pocas lámparas que alumbraban a los dos a lo largo de la gran habitación de los oldados.

—Pero es la noche del baile y es ocasión perfecta para los ladrones, ¿sabes? El hombre tenia un mosquete y puñales escondidos bajo sus ropas— susurró acercándose a ella, haciendo que a Mackenzie se le erizara la piel, Haler sonrió al notarlo.

A ella ya se le había olvidado lo del baile, el susto hizo que la emoción de haber bailado con el príncipe desapareciera en esos momentos.

—Imagino que quisiste detenerlo y por ese motivo acabaste mal herido— habló cabizbaja.

—Si, así fue, pero ya no quiero seguir hablando del tema y lamento mucho no haber pasado por ti y lamento que no hayamos bailado juntos, lo lamento, lo lam…— dijo él con evidente tristeza
y ella pudo notar que se sentía culpable por lo sucedido, Mackenzie lo detuvo.

—No es tu culpa, sé que tu no me habrías abandonado sin motivos— respondió acariciando su rostro delicadamente, no admitió que, si se sintió muy mal horas antes, porque no era culpa de Haler.

—Me encantaría que te quedaras, pero no es correcto que una joven esté a solas con un soldado— él Teso su mano y le sonrió, en el fondo lo que más quería era que se quedara.

Ella permaneció en silencio por unos minutos, no quería dejarlo solo pero él tenía razón.

—Descansa Haler, prometo venir antes de que despiertes para ver cómo te sientes— le guiñó un ojo, sonriéndole muy animada, sus ojos brillaban.

—No es necesario, yo debo despertar antes de que amanezca.

—Eso no importa—Mackenzie se puso de pie, dispuesta a marcharse antes de que alguien apareciera—, seré lo primero que veas al despertar— le sonrió una vez más y se marchó.

—Todos los días…— musitó Haler, ella ya no pudo oír su voz.

El soldado cerró los ojos se quedó dormido aun sintiéndose muy adolorido, con la ilusión de que Mackenzie apareciera solo horas después; porque para él, era realmente necesario verla.

El príncipe Ryan y Matius no tardaron en regresar de nuevo al salón después de que Mackenzie no apareciera en el lugar, cosa que intrigó al joven Collegius. La fiesta continuó solo un rato más y pronto la gente del pueblo ya fue abandonando el palacio, Ryan optó por despedirse de todos los que quedaron e irse a descansar, tenia varios asuntos pendientes para el día siguiente.

Matius caminó por los pasillos en dirección a la cocina y área de criadas en busca de Cleonise, ni siquiera notó que Cándice lo vio llegar y decidió seguirlo, él fue directo hasta la habitación de la pelirroja y golpeó la puerta, ya había pocas lámparas encendidas.

—¿Quién es? — preguntó ella desde el otro lado.

—Abre, soy Matius— ordenó elevando un poco la voz.

La mujer abrió, él en ese instante pudo notar que tenia los ojos cubiertos de lágrimas.

—¿Qué hace usted aquí? — preguntó tajante, mirándolo fijamente a los ojos.

—Déjeme pasar— ordenó otra vez y ella lo dejó pasar a su habitación, cerrando la puerta muy despacio.

—¿No has hecho lo que hemos acordado verdad? — interrogó sentándose en la cama de ella.

—No, no lo he hecho, ¿eso es todo?, por favor vete— se puso de pie frente a él señalándole la puerta nuevamente.

—¿Y por qué?, te lo ordené, Ryan esperó a Mackenzie y ella no apareció por culpa de tu ineptitud— espetó.

Cándice se encontraba oyendo del otro lado de la puerta.

—No quise hacerlo, porque decidí ya no seguirte el juego, no hasta que cumplas la promesa que tienes conmigo— ella lo tomó del brazo y habló en tono amenazante.

Matius se echó a reír, casi en susurros para que no sean oídos.

—Lo lamento, pero cambié de planes, me uniré en matrimonio con Cándice, imagino que te habrás dado cuenta— se puso de pie y se encogió de hombros mirándola con lástima.

—La que va a cambiarte esos planes ahora soy yo, ¿piensas que voy a dejarte vivir como si nada después de todo lo que me has hecho? — se acercó a él volviéndole a tomar del brazo.

—¿Quién te crees que eres para amenazarme? —la sujetó del cuello, apretándola con fuerza queriendo asfixiarla, impidiendo que ella pudiera hablar por unos instantes hasta que la soltó.

—Estoy embarazada— dijo con la respiración entrecortada, sin poder articular bien sus palabras.

—¿Qué dices?

—Estoy esperando un hijo tuyo— repitió con más claridad y él tragó saliva.

Cándice aún seguía oyendo todo.


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