— Voy a espiar a mi padre, voy a seguirlo a todos los rincones que vaya— decidió la joven, Haler la miró con un gesto de desaprobación.
— Podría ser peligroso, teniendo en cuenta los antecedentes; en primer lugar tu secuestro— comenzó a enumerar— donde tu padre no hizo absolutamente nada, un acto heroico— susurró la ultima frase muy cerca del oído de Mackenzie haciendo que ella tuviera escalofríos por tenerlo tan cerca. Su sarcasmo hizo que ella tragara saliva
— No harás que cambie de idea— movió un poco la cabeza para mirarlo, queriendo desafiarlo de esa manera pero no lo logró, se sintió más nerviosa aún y sintió que se había ruborizado. Haler solo la miraba inexpresivo.
— En segundo lugar, ese ser despreciable que también se apellida Collegius, el que te mira de una forma que detesto— suspiró alejándose un poco de ella, recordó la escena en el bosque, Matius forzando a Mackenzie a besarlo.
— Cada uno de mis movimientos serán sigilosos y no voy a permitir que él se me acerque nuevamente —habló con un tono valiente, como si no le temiera a nadie.
Haler no podía contradecirla, intentar convencerla de que no lo haga sería inútil. Se limitó a permanecer en silencio, mientras ella se concentraba en el paisaje mañanero, pensando, dudando y suspirando. Ambos no volvieron a decir nada hasta que Haler tuvo que despedirse para regresar a su guardia y la joven siguió mirando por la ventana del pasillo.
Sus pensamientos fueron interrumpidos por una de las criadas, necesitaban a la joven en la cocina de inmediato para servir el desayuno. Cada día que pasaba, Mackenzie odiaba más vivir en el palacio, ser criada era lo de menos; odiaba respirar el mismo aire que los desagradables Collegius y ahora detestaba a la familia Coshiaban, en especial a la princesa, quién no dejaba pasar ningún momento para humillarla.
Terminaron de servir el desayuno, Matius le sonrió descaradamente cuando pasó a su lado, se retiró con prisa hacía la cocina y pasó el resto del día allí, su amiga Cleonise aparecía raras veves para ayudar y luego volvía a encerrarse en su cuarto. Mackenzie aún no sabía que ella estaba embarazada, desconocía completamente su relación con el primo del príncipe y los enredos en los que se metió por causa de él.
— ¿Te encuentras bien?— preguntó la castaña al ingresar al cuarto de la mujer, Cleonise se encontraba teniendo.
—Sí, ¿por qué lo preguntas?— contestó tajante sin voltear a verla siquiera.
—¿Qué estás tejiendo? ¡Déjame ver!— se acercó emocionada a ella y esta lanzó a la cama sus hilos y la pequeña prenda que estaba tejiendo.
—¡Nada!—exclamó — creo que estoy enferma, una peste o algo así, por eso quiero que te retires— espetó, mirándola a los ojos por unos pocos segundos.
—¿Quieres que hablemos con el médico del palacio?— preguntó apoyándole una mano en el hombro.
—No, estaré bien, ahora por favor déjame sola— suplicó enfurecida.
—De acuerdo, si necesitas algo solo dime— se despidió con una sonrisa y cerró la puerta. Cleonise suspiró aliviada.
Le molestaba tener que dar explicaciones a todas sobre su salud, su mal humor y su rostro pálido, también le atemorizaban los meses; no podría ocultar su embarazo por mucho tiempo. Luego de que Mackenzie abandonara el cuarto, ella se quedó pensando durante todo el día en todas las cosas que había hecho, cosas que, en su mayoría tenían que ver con con su amiga.
¿Realmente era una mala persona?¿Merecía todo lo que le estaba sucediendo?
De lo único que tenía certeza era de su error al confiar en los Collegius, había ido demasiado lejos con ellos. Tenía que pararlo ya.
Como si aparecieran por invocación, luego de un largo día encerrada sin hablar con nadie más, Cleonise tuvo otra visita durante la noche, el duque golpeó a su puerta y creyendo que sería Matius, ella abrió.
—¿Qué hace usted aquí?— murmuró sacando un poco la cabeza para ver hacía los lados, no consiguió distinguir ninguna figura.
Collegius la apartó bruscamente y entró a la habitación, cerrando la puerta y trabándola con el cerrojo de hierro.
—Tú y yo tenemos mucho que conversar— se acercó a ella y la tomó del brazo sin delicadeza, la miraba desafiante.
— No voy a irme del palacio, no voy a asesinar a mi hijo y no voy a dejar que me mate— sentenció saliéndose de su agarre. Él se echó a reír.
—¡Cuánta osadía!— dijo en tono burlón— yo decido lo que pasará contigo, ¿ya has hablado con el padre de ese niño?— interrogó paseándose por el pequeño espacio.
— Espero que el muy imbécil se haga cargo y te tome como su mujer, es lo mínimo que podría hacer para que no quedes desamparada por ahí...— volvió a decir y Cleonise arrugó la frente, ¿qué acababa de decir?
La mujer se quedó callada, queriendo entender lo que el duque le decía, ¿ acaso obligará a su hijo a casarse con ella? ¿a qué costo? Lo más probable es que pida algo a cambio, porque ese hombre solo era movido por sus oscuros intereses.
—Dímelo Cleonise, ¿ya le se lo has dicho?—el hombre volvió a acercarse a ella y la obligó a mirarlo a los ojos sosteniendo su mentón— responde, ¿Ronald ya sabe que esperas un hijo suyo?
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SIRK
Teen FictionMackenzie Allen, una joven criada del palacio de Sirk; descubre a su padre envuelto en un complot con el duque real para destituir al rey Thomas Platzman. En sus intentos por frenar a su padre, Mackenzie conseguirá desenterrar secretos de su pasado...