Capítulo XX

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La noticia del compromiso entre el futuro duque de Sirk y la princesa de Galmes ya corría por todos los rincones, era la principal novedad que difundía los periódicos locales. Lo monarcas realizaron una cena para el anuncio invitando a los nobles, hacendandos y músicos más prestigiosos del momento.

Los de clase alta no perdían la oportunidad de derrochar y presumir con sus extravagancias.

—Nuestros lazos se hacen cada vez más fuertes, dentro de poco Galmes y Sirk podrían ser una única nación— masculló el rey Peter para su esposa. Todos estaban reunidos en una gran mesa larga bebiendo vino, la cena ya había sido servida.

Ariana solo dejó escapar una risa nerviosa, llevándose una mano al lóbulo de la oreja.

— Comienza a apartar esas ideas absurdas de tu mente o de lo contrario tendremos problemas— murmuró sin dejar de sonreír falsamente para no demostrar su incomodidad.

Las insinuaciones de su marido iban más allá de una simple broma, el realmente tenía ambiciones que tenían que ver con la estabilidad del reino y su expansión. Si bien los conflictos del pasado habían sido dispersados con la unión de su hermana Regina y el rey Thomas, todavía había vestigios latentes de sus disputas territoriales; sucesos que el rey Peter no olvida.

Sólo se mencionaba a Galmes cuando se hablaba de Sirk, como si la gran nación de antaño fuera solo una sombra de un país que si prometía mucho más. El reinado de los Platzman durante ocho generaciones se centró en los cultivos y la exportación de su producción vía marítima, la ciudad de Monte Breek se jactaba de sus imponentes edificios y la ciudad de Amapolas de sus maravillas naturales. Las demás ciudades también tenían mucho por lo que sentirse orgullosos, iban en constante crecimiento  gran velocidad gracias a los descubrimientos e inventos de maquinarias que estaban en auge.

—Propongo un brindis— alzó la voz el rey Thomas—; por la unión de la princesa de Galmes, Cándice Coshiaban y el conde de Clyde, Matius Collegius— finalizó elevando su copa hacia el frente, los demás presentes reunidos alrededor de la mesa imitaron la acción.

Los novios sonrieron ante el hecho y brindaron al igual que el resto, para Cándice ese matrimonio era un capricho que debía ejecutar y para Matius la alianza era asegurar su futuro y el peso de su apellido por muchas generaciones más.

El joven Collegius era familiar directo de la realeza, gozaba de los beneficios del apellido Platzman gracias a su madre, la hermana de Thomas. Su padre era un plebeyo con un título de cortesía otorgado por los monarcas al casarse por lo que Matius no será miembro importante si es que se une a una mujer que no pertenezca a la aristocracia de forma directa, como Cándice.

El hombre era bastante pretencioso al igual que su padre.

—Ya es un hecho nuestra alianza, ahora sólo debo encargarme de otros asuntos urgentes— le susurró la princesa a su prometido, a él se le pasaron mil cosas por la mente y de todos esos pensamientos; el rostro nítido de Cleonise tomó fuerza provocando que la preocupación lo inunde. Volvió a darle un sorbo a su bebida y se limitó a sonreír.

Él no se atrevió a preguntar como el excelente cobarde que era, lo que sea que Cándice tenga pensando hacer quería que fuera a escondidas y sin que él lo supiera, su futura esposa tenía un poder enigmático, despertaba dentro de sí una atracción descontrolada y curiosidad por descubrir hasta donde era capaz de llegar. Pero ese descubrimiento también le generaba temor, todavía desconocía las facetas más oscuras de la joven Cándice.

— Felicitaciones futuro duque de Douddan y conde de Clyde— Ryan le dió una palmada en el hombro a su primo hermano, se acercó a él después de que todos abandonaron la mesa para socializar.

— Espero que no tardes mucho en casarte tú también, recuerda que eres el heredero al trono— murmuró Matius levantando una ceja.

— Yo ya tengo a varias en mente— sonrió con picardía.

— No olvides mi consejo, sigo creyendo que Mackenzie es una buena opción— finalizó dándole otro golpecito en el hombro a Ryan para luego ir con los demás invitados.

El príncipe no entendía la insistencia de su primo y el tío Harold, ambos le mencionaban a Mackenzie cada vez que podían, aunque lo querían disimular eso era muy obvio. Ryan no la conocía, no le llamaba la atención y tenía sus intereses depositados en otra persona; la hermosa hija del marqués de Breek.

La mujer a quién ha estado visitando a escondidas de todos mientras iba a supervisar la construcción del edificio en Monte Breek. Leonor Bardi, la única hija mujer de la adinerada familia Bardi era una violinista excelente y una de las más envidiadas entre las jóvenes de su círculo.

Ambos mantenían su relación en secreto desde hace mucho tiempo, ella no podía decírselo a sus hermanos. En otras circunstancias su familia habría estado contenta por tener lazos con la realeza, más la realidad era completamente diferente.

El marqués de Breek había caído enfermo y tuvieron que vender todos sus vienes, sus cuatro hijos mayores tenían buenos trabajos pero seguían siendo plebeyos y no podían ni con los gastos de sus propias familias, por esa razón decidieron comprometer a su joven hermana con un hacendado rico. El deseo único deseo del marqués era asegurar el futuro de su hija antes de partir.

Ryan estaba dispuesto a pedir su mano si es que Leonor rompía su compromiso con el hombre inglés pero ella siempre decía que si tomaba esa decisión no tendría tiempo de explicárselo a su padre enfermo porque moriría en ese mismo instante.

Ryan estaba dispuesto a pedir su mano si es que Leonor rompía su compromiso con el hombre inglés pero ella siempre decía que si tomaba esa decisión no tendría tiempo de explicárselo a su padre enfermo porque moriría en ese mismo instante

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