Cleonise ya había comenzado a sentirse mejor, las molestias eran cada vez menos y había optado por estar tranquila hasta saber que hacer para solucionar su gran problema, Matius la estaba subestimando demasiado, como si ella no supiera todos sus secretos, como si ella no escondiera uno de ellos.
La pelirroja empezaría a actuar con cautela, prestándole atención al más mínimo detalle que pudiera servirle, ella sería como un vigía más de palacio. Matius ya habrá pensado en mil maneras de deshacerse de ella y no podía permitirlo, ella no se iría fácilmente. Lo que Cleonise no sabía era que alguién más estaba con intenciones de librarse de ella, una persona que sabía muy bien como.
El descubrimiento de Cándice la noche anterior la había dejado con una enorme intranquilidad, alguién se había metido en su camino y en sus planes.
—Así que te has estado acostando con la criada, no me sorprende en lo absoluto, es una de las cosas más comunes en las familias donde existe una criada y un hombre como tú —lo miró de abajo para arriba con cierta expresión de desagrado.
Ella no le había dirigido la palabra en todo el día después de saber que Cleonise estaba esperando un hijo, no estaba molesta con Matius, pero si tenía que ver la forma de solucionar el problema antes de que sea muy tarde.
La princesa esperó hasta la noche para meterse a su habitación y así poder tocar el tema.
—Ya he solucionado ese inconveniente y te aseguro que ella no interferirá con nuestro compromiso— habló sentándose en la cama junto a ella después de estar dando vueltas por el cuarto.
—Hablas del compromiso como si fuera un hecho —lo miró desafiante.
—Y lo es, me encargaré de todas esas formalidades de la pedida de mano luego, ¿acaso piensas que me casaré con una criada? —preguntó echándose a reír.
Ella se acerca a él y lo besa.
—Me encargaré de esa mujer y de ese supuesto embarazo —murmuró acariciandole el mentón.
Matius se sobresaltó.
—¿Cómo sabes eso? —quiso saber quitando la mano de ella de su rostro con brusquedad.
—Yo lo sé todo...
Cándice lo miró sin pestañear, sus ojos brillaban con malicia, del tipo que Matius nunca ha visto en la mirada de alguién y eso hizo que sintiera miedo de la mujer que tenía en frente.
—¿Por qué me miras así? — inquirió en voz baja, llevando su mano a la mejilla de ella para darle una caricia, no una que daba cariño, era más bien una que estudiaba algo, analizó las bellas facciones de su rostro y pasó su pulgar por la comisura de sus labios.
—¿Así cómo? ¿Así como tú me miras? — se mordió el labio inferior.
—Por unos ínfimos instantes, siento que no sé a quién tengo en frente —confesó él, todavía no desaparecía la expresión de su rostro que la miraba con detenimiento.
La mujer se acercó a él con una tortuosa lentitud, Matius siguió los movimientos de sus manos con la mirada, esperando lo que ella pudiera hacer.
—¿Ínfimos? — ella depositó un beso superficial en sus labios — Matius, tú no me conoces para nada —musitó en su oído, a él eso le pareció una gran confesión de que ella era mucho más de lo que imaginaba.
También sonó como una advertencia, una peligrosa amenaza.
Cándice volvió a besarlo, esa vez con más fuerza y pasión, haciendo que el joven Collegius se rindiera por completo.
En las plantas bajas, el soldado Haler iba caminando por los anchos pasillos en dirección a las habitaciones de las criadas, estaba ansioso por mostrarle a Mackenzie lo que había conseguido traer de la visita a la casa de su padre, de seguro podrían aclarar las dudas que tenían desde hace un tiempo.
Tocó la puerta de la habitación y ella abrió de inmediato, se encontraba sola; una vez más.
—Ya quiero saber que es lo que tienes para mostrarme —dijo ella curiosa, luego de invitarlo a pasar y tomar asiento en una silla junto a la cama de la joven.
—Mira — habló llamando la atención de Mackenzie, Haler sacó de uno de sus bolsillos un retrato-miniatura.
La castaña observó el objeto asombrada, recordando exactamente la conversación que habían tenido sobre el mismo, se inclinó un poco para tomar caja que escondía bajo su cama y sacó de él, el retrato-miniatura de su madre.
—¡Son idénticos! —exclamó ella al ponerlos uno al lado del otro para compararlos.
Haler alzó ambos objetos y los miró con detenimiento, como lo había hecho la primera vez. Tenían los mismos colores y la misma firma del pintor, la única diferencia entre ambos retratos era los rostros. Comenzó a tener miles de ideas en su cabeza, ¿por qué eran iguales? ¿por qué la madre de Mackenzie tenía algo así?
—¿Tu madre alguna vez trabajó en el palacio? También pudo recibir este retrato como un presente al igual que mi padre — quiso saber él, era la única explicación que eso podía tener.
—No, ella nunca me habló sobre haber trabajado aquí, tampoco mi padre, de hecho me dijo una vez que este retrato era un regalo de mi padre por su cumpleaños, que había un conocido pintor de cuadros baratos vendiendo retratos por Amapolas —habló recordando lo que su madre y su padre le habían dicho hace muchos años.
—Este retrato de barato no tiene nada y dudo mucho que el pintor del palacio anduviera por las calles pintando así como así. Esto es muy extraño —dijo pensativo, lo que acababa decir le molestó un poco a Mackenzie.
Lo decía con tanta seguridad que comenzó a dudar.
—¿Crees que mis padres me mintieron? Es decir, esta si es ella —señalo la imagen con el dedo índice —¿Pero crees que ella si trabajó aquí?
—Es lo más probable.
***
La joven princesa del palacio de Galmes no abandonó la habitación del hijo del duque hasta las primeras horas de la mañana siguiente, sabía perfectamente como pasar desapercibida por los pasillos de las habitaciones y si alguién la reconocía le daba lo mismo. Caminó hasta su habitación y se ocupó de alistarse para bajar al comedor del desayuno, como todos los días desde que llegó Sirk; no bajó las escaleras sin lucir un impecable vestido que resaltara el color de su piel, de sus cabellos o los de sus ojos color miel.
—Buenos días padre, ¿cómo estás madre? —saludó dirigiéndose a sus padres mientras tomaba asiento en su lugar correspondiente alrededor de la mesa.
—Buenos días hija, ¿has dormido bien?— preguntó la reina de Galmes mientras que su hija se dedicaba a saludar a sus tíos y su primo Ryan.
—Estupendamente, me siento como si estuviéramos en Galmes madre, la atención que he recibido es simplemente magnífica —sonrió de oreja a oreja.
Matius bajó minutos después, su padre y el rey como en la mayoría de las veces, estaban ausentes, casi siempre por asuntos que el rey debía atender personalmente y el duque era su sombra en todas partes.
El joven Collegius le dedicó una sonrisa pícara a la princesa del país vecino.
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SIRK
Teen FictionMackenzie Allen, una joven criada del palacio de Sirk; descubre a su padre envuelto en un complot con el duque real para destituir al rey Thomas Platzman. En sus intentos por frenar a su padre, Mackenzie conseguirá desenterrar secretos de su pasado...