Capítulo XXII

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Haler se encontraba realizando su guardia nocturna, cuando vio a dos siluetas en el pabellón de trabajadores de la herrería, creyó que eran un hombre y una mujer.

El hombre acariciaba su rostro y luego la rodeó con los brazos, Haler solo podía distinguir movimientos más no conseguía ver bien los rostros, —han de ser dos enamorados— pensó el soldado y siguió observando para todos lados como debía hacerlo.

Volvió a dirigir la mirada hacía la pareja, la fiesta de compromiso ya había terminado, lo que significaba que esas dos personas eran del palacio, ¿pero quienes?

De repente notó como el hombre tomaba los brazos de la joven con fuerza y forcejeaban, ella lo empujó tratando de quitárselo de encima. Habían iniciado una discusión, pero como estaban tan lejos y seguramente no levantaban mucho la voz para evitar ser escuchados, Haler no pudo entender lo que estaba sucediendo. El soldado decidió reaccionar cuando vio como el hombre le daba un golpe en el rostro a la mujer.

Se sobresaltó y de inmediato la furia comenzó a recorrer su cuerpo, ¿y si era Mackenzie? Sin pensarlo fue caminando en dirección a esas personas. La mujer decidió correr en dirección a Haler sin notar que este iba hacía ellos.

—¿Cleonise?— la llamó él logrando identificarla, el hombre ya no estaba en su sitio.

La pelirroja tenía una línea de sangre corriendo de su labio inferior y lágrimas en los ojos.

— ¿Qué le han hecho?— preguntó acercándose ella llevando ambas manos al rostro de la mujer— ¿Quién fue?

— Eso no importa, no se preocupe señor Haler, estaré bien—  se limitó en responder, esforzándose por mostrar una sonrisa.

Se deshizo de su agarre y decidió seguir caminando.

— ¿Fue el duque verdad?—  lanzó la pregunta de repente, Cleonise detuvo la marcha y permaneció inmóvil. Haler no sabía por qué pero sentía que una vez más el duque estaba detrás de todo, ¿quién sería capaz de golpear violentamente a una pobre criada si no él?

— ¿Por qué...por qué lo dices?—  hablo titubeante, la voz le salía temblorosa  causa de las lágrimas y el golpe.

Haler había confirmado sus sospechas.

— ¿Entonces fue él?—  volvió a preguntarle caminando hacía ella.

No, no había sido él, pero le había llamado la atención que lo mencionara, ¿habrá visto algo el soldado? ¿sabía algo más? ¿se lo habrá dicho a Mackenzie?

— No, no fue el duque y por favor no se lo cuente a nadie, por favor señor Haler. Haga como que no vio nada—  suplicó la mujer y ahí se marchó definitivamente dejando a Haler pensando en lo que acababa de ocurrir.

Era capaz de matar a Collegius con sus propias manos, no quería ni imaginar a Mackenzie en una situación así y todo por culpa de su padre. Se llevó las manos a la cabeza mientras esos pensamientos pasaban por su mente, no podía dejar de preocuparse por la señorita Allen. Tenía que ir a verla, aunque tuviera que dejar su guardia por un rato y correr el riesgo de ser suspendido o recibir alguna amonestación.

Fue hasta su habitación en ese mismo instante, buscando no llamar la atención de otros guardias, afortunadamente nunca hay ninguno en el pasillo de las criadas y empleados del interior del palacio.

No le importó que su padre estuviera en la habitación, aunque lo más probable es que no se encontrase allí. Últimamente Ronald ya no ocupaba la habitación, de seguro ha decidido trasladarse al otro pabellón y darle más privacidad a su hija. Golpeó la puerta y la llamó por su nombre, sin llegar a gritar, Mackenzie oyó el golpe de inmediato, porque no tenía un sueño profundo, no tardó en ir hasta la puerta con los pies descalzos. De seguro era su padre, pensó.

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