CELEBRACIÓN

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Finalmente, llegué a la casa de Billie.

Afuera, vi a un montón de paparazzis rodeando las ventanas, tratando de captar cualquier momento de Billie y Finneas. No podía creer cuántos autos había estacionados; parecía que la fiesta era más un evento de gala que una simple reunión.

Bajé de la camioneta y me acerqué a la puerta, sacando mi celular del bolsillo para llamar a la pelinegra.

- Ey, ¿En cuánto tiempo llegas? -preguntó su voz al otro lado de la línea, causando que suelte una risita nerviosa-

- De hecho, ya llegué... la música está tan fuerte que creo que estoy en un club en lugar de tu casa -separé el celular de mi oreja y lo apunté hacia la casa-

- Ahora voy, ¡no me muerdas! -anunció divertida, y colgué la llamada-

Miré a mi alrededor; claro que los paparazzis me habían visto. Sin previo aviso, escuché el clic de las cámaras y los flashes me deslumbraron.

¿No tienen nada mejor que hacer? ¿Como intentar ser personas?

Volteé hacia ellos, esperando al menos que me saludaran, pero no hicieron ningún gesto. Nada.

Suspiré, cansada de estar parada frente a tantas cámaras. Miré a mi chofer, quien me hizo una mueca, preguntando si quería que interviniera. Negué con la cabeza, como si eso fuera a hacer que desaparecieran.

De repente, escuché el sonido de la manija de la puerta. Miré hacia ella y ahí estaba Billie, parada en el umbral, como una diosa bajando de su pedestal. Mis ojos se abrieron de par en par; no podía dejar de procesar lo guapa que estaba.

- ¿Hola? -movió las manos como saludo- ¿___, estás ahí?

¿Era tan evidente mi cara de estúpida?
La miré desconcertada por un momento y, cuando logré recomponerme, me incliné para darle un beso en la mejilla.

- Aquí estoy. Llega tu invitada de oro, lista para la fiesta de la década -dije con una sonrisa burlona-

- Adelante -respondió señalando el interior de su casa, como si estuviera abriendo las puertas del paraíso-

Al entrar, vi a varias personas tomando, riendo y conversando entre ellos. Algunos bailaban como si estuvieran en un concurso de "quién es el más ridículo". Se veía divertido.

- Entonces, señorita Martínez -dijo, haciendo una especie de reverencia- ¿Qué desea tomar?

Solté una risita por la mueca que hizo. 

- No sé, no soy de embriagarme porque después termino hablando con las plantas.

- ¡Pues hoy lo harás! -añadió entre risas, como si fuera la reina de la fiesta-

- En ese caso, tendrás que cuidar de mí y evitar que diga estupideces... nivel imposible -susurré las últimas palabras como si fuera un secreto muy importante. Ella pareció seguir la broma-

- Yo... -levantó su mano como si hiciera una promesa de sangre- Billie Eilish Pirate Baird O'Connell, prometo cuidar de usted, a muerte.

Sonreí, desconcertada por su actitud, pero terminé aceptando. Me dirigí al bar y cogí dos latas de lo que fuera; sabía que era alcohol, así que eso era suficiente para mí.

Cuando estaba a punto de girarme para darle una lata a Billie, sentí un cuerpo rozar mi espalda. Un escalofrío recorrió mi cuerpo; era como si un electricista me hubiera dado un toque.

Gire la cabeza y confirmé que el calor detrás de mí era la pelinegra.

-To-toma -titubee, dándole una de las latas-

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