CENA EN PAREJAS

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Llegué a la casa de Billie bajo un cielo gris que amenazaba con lluvia, el aire fresco del final de la tarde rozando mi piel. Caminé hacia la puerta principal, el sonido de mis pasos resonando en el porche de madera. Respire hondo antes de presionar el timbre, un ligero nerviosismo agitándose en mi estómago.

Un minuto después, la puerta se abrió, revelando a Patrick, el padre de Billie, con una sonrisa cálida que inmediatamente disipó mi inquietud.

- ¡Hola! Buenas tardes, señor Patrick -saludé, esbozando mi mejor sonrisa-

- ___, ¿Verdad? -preguntó él, todavía sonriendo mientras me observaba con simpatía-

- Sí, esa misma -respondí, un poco más relajada-

Patrick ascendió, ampliando la apertura de la puerta.

- Pasa, pasa -invitó, haciéndose a un lado-

Entré en la casa, imitando su sonrisa, y el aroma familiar a hogar me envolvió. Hice un rápido recorrido visual por la sala, reconociendo los detalles que ya había visto antes en mis visitas. Aun así, no puedo evitar preguntar por ella.

- ¿Y Billie?

Patrick lanzó una mirada cómplice hacia las escaleras.

- Ahí viene.

Giré la cabeza justo un tiempo para ver a Billie bajar las escaleras con rapidez, su cabello oscuro balanceándose con cada paso.

- ¡___! -gritó desde lo alto, con esa energía vibrante que parecía iluminar la habitación-

- Ey -respondí, sonriendo de lado-

La pelinegra bajó las escaleras rápidamente, una mezcla de entusiasmo y desenfado en cada paso. Apenas llegó a mi lado, nos saludamos con un beso en la mejilla, uno de esos gestos que se habían vuelto automáticos pero que siempre venía cargado con una familiaridad reconfortante.

- Vamos, sube a mi habitación -dijo ella, con una sonrisa-

Asentí, pero no pude evitar notar por el rabillo del ojo que su padre seguía observando

- Dejen la puerta abierta, las estarán vigilando -comentó Patrick, con un tono burlón que nos hizo reír- Es broma, chicas, vayan nomás -agregó, soltando una carcajada suave mientras se alejaba-

Subimos las escaleras, y en cuanto entramos a su habitación, Billie cerró la puerta de un golpe suave, como si quisiera separar este pequeño universo de lo que sea que estuviera ocurriendo afuera. 

Me senté en su cama, hundiéndome en la suavidad del colchón mientras observaba la habitación, llena de cosas que siempre decían tanto sobre ella.

- ¿Qué se te antoja hacer? -preguntó, dejándose caer en una silla frente a mí-

- No sé, lo que vos querás -respondí, pero mis ojos se desviaron hacia un rincón, donde reconocí un conjunto de ropa. Era mía-

Billie notó mi mirada y se rió entre dientes.

- Hoy por la mañana te olvidaste de cambiarte la pijama... -aclaró, divertida. Sentí mis mejillas arder un poco mientras sonreía, avergonzada-

- Lo noté cuando ya estaba en la calle -confesé, y ella rió más fuerte-

- Qué desastre -se burló, rodeando los ojos en un gesto exagerado que me hizo reír también- ¿Y a ti se te ocurre algo?

- ¿Seguimos viendo películas? -sugerí, por lo que Billie se acercó de inmediato-

- ¡Si! -respondió, como si le hubiera leído la mente-

- Bueno, dale. Escoge: ¿Netflix o Disney? 

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