ME RENDÍ

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Cuando Billie me dejó en el hotel esa noche, la sensación de vacío se hizo presente de inmediato. Había algo incompleto, como si hubiéramos dejado una conversación a los medios. Jungkook ya estaba dormido cuando entré a la habitación, y aunque todo debería haberme dado paz, no lo hizo.

Horas después, mi teléfono vibró en la mesa de noche. Eran casi las tres de la madrugada. Miré la pantalla y vi el nombre de Billie iluminado.
El corazón me dio un vuelo. Algo dentro de mí me dijo que no debería contestar, pero lo hice de todas las formas.

- ¿Billie? -pregunté en voz baja para no despertar a Jungkook-

- Estoy abajo -su voz sonaba más ronca de lo normal, y había una clara embriaguez en su tono- Necesito verte. No... no puedo dejarlo así.

Mi estómago se revolvió. Sabía que no estaba bien, que era peligroso. Pero también sabía que Billie nunca había sido buena lidiando con sus emociones, y menos aún cuando estaba borracha. Me levanté lentamente, miré a Jungkook durmiendo plácidamente, y me deslicé fuera de la habitación sin hacer ruido.

Al bajar al lobby, la vi esperando, apoyada contra la puerta del coche alquilado, su cuerpo tambaleándose ligeramente. Los ojos oceánicos, que siempre habían tenido un brillo de seguridad, ahora parecían vulnerables, expuestos.

- Billie, ¿Qué hacés aquí? -pregunté, intentando mantener la compostura mientras me acercaba-

- No puedo... no puedo dejar de pensar en ti -dijo en un susurro áspero- Necesito hablar contigo. Necesito... -se interrumpió, claramente buscando las palabras mientras luchaba por mantenerse de pie- Solo te necesito, ¿Entiendes?

Sentí el peso de sus palabras como un golpe en el pecho. No era la primera vez que me buscaba en un estado así, aunque si la primera después de terminar, pero esta vez se sintió diferente. Más desesperado. Más real.

- Dios, no podes hacer esto. Estás borracha, vos no estás bien -respondí con firmeza, aunque mi propia voz temblaba-

- Quédate conmigo -declaró cogiendo mi mano derecha, la elevo y empezó a balancearla en el aire, como una niña pequeña- ¿Si? Solo esta noche... No sé, déjame pasar, que sé yo.

- ¿A mi habitación? -cuestioné elevando una ceja, me fijé en nuestros dedos entrelazados y una punzada en el pecho me incó de repente- Eh... No sé, no creo poder llevarte allí.

- ¿Por qué? -preguntó de vuelta, pero al segundo parecía que ella misma se había respondido, y su ceño se semifruncio- Ah... Esta él ahí.

- Sí, esta dormido -respondí en un susurro, Billie soltó mi mano y camino hasta estar dentro de la recepción del hotel, sostuvo la puerta del ingreso y la mantuvo abierta hasta que entendí su intención y también pase-

Di unos pasos de frente, hasta fijarme en que no había nadie en ese piso, ni siquiera la recepcionista. Luego, di media vuelta, centrando mi mirada en esos ojos celestes.

- ¿Qué pensás? -solté al aire, sin saber en realidad, a qué quería llegar con esa pregunta-

- Por favor... solo esta vez, déjame estar contigo. Solo tú puedes hacer que me sienta bien, aunque sea por un momento -sus ojos estaban llenos de una tristeza que me desarmó por completo-

- Quédate conmigo, entonces... -baje una de mis manos, apoyándola en mi cintura y solté un suspiro- Siempre lo hacés -agregué segundos después, Bill sonrió levemente-

Se acercó tambaleándose un poco, su respiración agitada. Pude oler el alcohol en su aliento, pero también la mezcla de su perfume familiar, ese que siempre me había hecho perder la cabeza.

LIBERTAD PARA AMARLADonde viven las historias. Descúbrelo ahora