Diciembre de 1979
James Potter estaba acostumbrado a que le despertaran las pesadillas.
No las suyas, por lo general.
Hogwarts, a pesar de sus altibajos, había sido la mejor época de su vida, y eso es algo que él mismo sostenía, pero en su quinto año las cosas empezaron a desmoronarse... La guerra que se avecinaba, Voldemort, los mortífagos, la Broma, la huida de Sirius y, por supuesto, la enfermedad de sus padres... Fueron muchas cosas... Los Merodeadores aún se las arreglaban para pasar buenos momentos a pesar de todo, James se aseguraba de ello, pero las pesadillas se convirtieron cada vez más en parte de su rutina.
Eran gryffindors, sabían lo que tenían que hacer, sabían lo que el mundo esperaba de ellos. Sin embargo, sólo tenían quince años y estaban asustados. James tenía miedo.
Sin embargo, James era consciente de que él era el que tenía unos padres cariñosos y un hogar estable, el que nunca había tenido que preocuparse por el dinero; el que había nacido guapo, rico y naturalmente encantador, un sangre pura. El mundo era suyo para conquistarlo, y esta verdad le pesaba más de lo que la gente podría imaginar. James era el que debía mantener todo unido. No importaba que sus padres estuvieran muriendo por una enfermedad imparable, haciéndose añicos poco a poco ante sus ojos, al menos le querían, habían dedicado su vida a él y a sus amigos, a dar un buen ejemplo siendo las personas más trabajadoras y acogedoras que había conocido. Fleamont y Euphemia habían hecho todo lo posible para que James creciera y se convirtiera en algo grande, en alguien grande. Y sería una vergüenza para su memoria que él fracasara... Aunque no les permitieran seguir este viaje a su lado. De todos modos, James iba a cumplir diecisiete años pronto, se suponía que era un hombre, debía ser capaz de mantenerse firme, incluso solo, especialmente solo. Sus amigos lo necesitaban, Lily lo necesitaba. Se suponía que él era su apoyo. El fuerte, el confiable.
James lo tenía todo. Era absurdamente bendecido. No podía ni pensar en quejarse de la vida que le habían dado. Y ciertamente tendría éxito. Tenía que hacerlo. No podía fallar.
Él era el héroe.
Y sin embargo, de alguna manera, James le había fallado tanto a su esposa que ella huyó a otro país sólo para alejarse de él.
Oh, sí, no esposa... Tenía que seguir recordándose a sí mismo, Lily se había ido antes de que pudieran hacerlo.
Siempre estaría desconcertado por ello. ¿Cómo pudo dejarlo todo tan mal?.
Había sido su peor pesadilla hecha realidad.
James era el indicado cuando se tenían fantasías de terror como esta. Y era especialmente conveniente cuando parecía tener oídos con una capacidad singularmente desarrollada para detectar llamadas angustiosas, sobre todo si eran de alguien que le importaba. Pero... a veces era difícil que la gente se diera cuenta de que él también tenía pesadillas.
James podía distinguir, de memoria, los diferentes tipos de llantos que tenían sus amigos.
Remus lloraba en silencio, con la cabeza gacha, la cara normalmente escondida por las manos o las rodillas, las lágrimas caían lentamente, a veces sólo caía una preciosa lágrima.
Peter sollozaba a través, sus ojos se humedecían y se hinchaban, pero raramente esas lágrimas caían realmente.
El único momento poco atractivo de Sirius era cuando lloraba, lo hacía con fuerza y en voz alta, las lágrimas se derramaban por todas partes y ensuciaban su delineador negro, la postura encorvada, la respiración errática...
Regulus, descubrió, tenía un llanto suave, pequeños sollozos y gemidos eventuales mezclados con un lamento delicado y agudo que hacía que se te rompiera el corazón.
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TO LOVE IS A GIFT
FanfictionEstaba temblando, sangrando y asustado. Había una mirada ligeramente aturdida en sus ojos, como si estuviera drogado, y parecía como si lo hubieran agredido. Entre las lesiones que James pudo identificar, su brazo derecho fue el que más llamó la ate...