Indirect kiss

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Sakito esperaba llegar a Tokio a las once de la noche, había sido una semana larga en Kioto, ciudad a donde había tenido que viajar debido a su demandante trabajo. Había tomado el Shinkansen por la noche esperando no encontrar mucha gente en el tren y pudiera dormitar durante el trayecto. Estaba cansado de todo, del trabajo, de la vida social, de su casi inexistente vida amorosa; solo quería llegar a su departamento y dormir durante tres semanas. Su trabajo dependía de su capacidad para hacer negocios, estar encerrado por horas con gente que no soportaba y fingir que se estaba divirtiendo, estaba harto. 

Suspiró mirando por la ventana, el tren seguía detenido esperando a los últimos pasajeros para emprender su marcha, Sakito se sintió ansioso, moría por dormir en su cama. Alguien se sentó a su lado, no se preocupó por ver a quien sería su acompañante rumbo a Tokio, lo único que alcanzó a ver fue que era un hombre que vestía traje, como él. 

—Buenas noches —lo saludó el otro. Para Sakito fue tal la sorpresa que no contestó, era extraño que alguien saludara como si fueran conocidos. Dirigió su mirada al de al lado, definitivamente no conocía al hombre, pero llamó su atención con su cabello castaño rojizo y grandes ojos. Ninguno de los dos dijo algo más. 

Pasó alrededor de una hora antes que una señorita les ofreciera algo de comer, únicamente como un pequeño alivio al hambre, el trayecto no era de larga duración por lo que no era necesaria una cena. Sakito prefirió no comprar nada, el hombre a su lado compró una lata de café.

—Necesito esto para mantenerme despierto —dijo abriendo la lata y sonriendo ligeramente. Sakito asintió, lo menos que quería era engancharse en una conversación con un desconocido, estaba harto de hablar con gente que no le importaba—. Aunque lleguemos a Tokio, me espera una noche larga —hizo una mueca indescifrable. 

—¿Por qué? —Sakito se reprimió, se mordió el labio sabiendo que ahora tendría la dichosa conversación. 

El otro se giró a verlo, era asombrosamente guapo, eso no lo iba a negar—. Mi esposa me espera en casa —suspiró mirando la lata—. Para unos puede ser alentador, para mí es una tortura —se rió tratando de ocultar su desdicha. Para Sakito fue un poco decepcionante, por supuesto un hombre como él tenía familia—. Creo que hoy será la noche en que por fin decidirá dejarme. 

—Lo siento mucho —atinó a decir, sin saber si aquello era lo apropiado.

El hombre se alzó de hombros—. No la culpo, casi no la veo, me la paso de viaje por trabajo, cuando llego estoy más cansado que animado para salir en citas y soy muy malo para eso de los sentimientos —hizo otra mueca. 

Sakito conocía perfectamente esa historia, era como la suya después de todo; ¿cuántos novios había perdido por esas mismas razones?

—Espero que todo se resuelva de la mejor manera —dijo Sakito con honestidad.

El otro asintió dándole un sorbo a la lata de su café, sonrió volviendo a mirarlo—. Mejor hablamos de algo más agradable —le instó. 

Sakito sintió el rubor de sus mejillas encenderse, usualmente mandaría al carajo a cualquiera que le dijera algo como aquello, sobretodo cuando estaba tan cansado, sin embargo le sonrió y comenzaron a hablar. Sin decirse sus nombres hablaron de todo y de nada, sus hobbies, sus gustos, sus trabajos, rieron casi sin parar. No podía creer la facilidad con la que habían entablado conversación, lo mucho que tenían en común, lo mucho que ese hombre le atraía, a pesar de haberlo conocido apenas un par de horas antes. 

Maldijo cuando el tren entró en la estación, el otro pareció igual de molesto por haber terminado el viaje. Suspiró y le dio una ligera palmada a Sakito en la mano, quien tuvo que contenerse para no mostrar su vergüenza. 

—Gracias por hacer el camino más fácil —le dijo el hombre sonriendo—. A veces uno encuentra a quien necesita en los lugares menos esperados —lo miró como si le diera entender algo más. Sakito se quedó sin habla a medida que el tren disminuía la velocidad hasta parar por completo—. Bonita noche, soy Shou, por cierto —se levantó aún con la lata de café en la mano, no se lo había terminado del todo. Le dio un último sorbo y lo dejó en el posavasos donde el personal lo recogería. 

—Sakito —contestó mirando la lata. 

Shou asintió—. Fue un hermoso placer, casi tan hermoso como tú —le guiñó el ojo y salió del tren. 

El corazón de Sakito latió con fuerza, sonrió aliviado de no ser el único que había sentido un pequeño chispazo. También contento que se hubiera quedado solo en eso, un increíble viaje en tren; caminó para salir del tren cuando se devolvió al asiento un poco inquieto. Asegurándose que nadie lo veía, tomó la lata de café y le dio un ligero sorbo, el sabor amargo lo invadió, no le gustaba mucho el café. Sonrió dejando la lata devuelta en el posavasos, al menos podía llevarse de ese extraño, un beso indirecto. 

Flufftober2021 [the GazettE]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora