Sick Partner

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Kai

Entré a la casa cargando las bolsas llenas de contenedores desechables que llevaban la sopa que le había pedido al chef que le preparara a mi pareja. Toda la atmósfera de la casa se sentía densa, como si hubiera pasado una gran tragedia, cuando en realidad lo único que sucedía era que Reita tenía gripa. Calenté la sopa, la coloqué sobre una charola donde también deposité una tetera ya caliente y el contenedor del té. 

Subí las escaleras directo a la habitación que compartía con el otro, el rubio se encontraba boca abajo completamente estirado sobre la cama, el vaporizador hacía que se sintiera como una selva húmeda en la habitación, había pañuelos desechables tirados por todos lados y una música suave de fondo. 

Giré los ojos poniendo la charola sobre el buró, moví ligeramente a Reita quien se removió bruscamente haciendo sonidos de queja—. Por favor, si tus compañeros de trabajo te vieran, nadie pensaría que eres el mejor detective de inteligencia —me burlé acomodando las almohadas en las que el rubio se recostó con una mueca y la nariz roja. Podía ser muy rudo para muchas cosas pero una gripa lograba hacerlo actuar como un niño de cinco años.

—Me estoy muriendo, no importa mi trabajo ahora —se quejó tomando el plato de sopa de mis manos. 

—Si mal no recuerdo es por tu trabajo que estás así para empezar —alcé la ceja. 

Reita negó—. No sabía que iba a llover, tampoco me quedaba de otra o Uruha me llevaba en la moto o no alcanzaba a arrestar a ese cabrón; lo peor es que yo soy el único enfermo —le dio un sorbo a la sopa sonriendo ligeramente—. Gracias por cuidarme. 

Suspiré recogiendo los pañuelos—. La próxima vez que te subas a la Icon Sheene, recuerda ponerte aunque sea un abrigo —ordené un poco el caos que Reita había dejado por toda la habitación cuando había colapsado de fiebre en la mañana, le había dicho que no fuera a trabajar pero había insistido, por supuesto, la fiebre lo venció antes de salir siquiera. 

Escuché el timbre, bajé las escaleras sabiendo perfectamente quién era, abrí la puerta para encontrar a Aoi cargando a una niña de tres años en los brazos. Había tenido que pedirle el favor de pasar por ella, puesto que tuve que regresar a darle de comer al rubio. 

—Entrega especial —dijo el pelinegro sonriendo.

Sonreí de igual forma estirando los brazos para recibir a la niña, quien se arrojó de inmediato—. Lo siento, el gran detective está muy indispuesto —me disculpé—. Hola mi amor, ¿cómo estuvo la escuela? —le dije a la niña quien se escondió en mi cuello. Suspiré, sabiendo que no iba a hablar, al principio pensé que podía tener una clase de trauma por lo que había vivido en su primer año de vida, resultó que sólo era tímida—. ¿Quieres pasar? —Le ofrecí al pelinegro.

Aoi negó—. Kouyou está en el auto con Kanon, también se ha sentido mal, aunque no creo que tanto como él exagerado que tienes por novio —se burló, me dio una palmada en la espalda, se despidió de la niña y se perdió de vista. 

Cerré la puerta dejando la maleta de la niña en el piso, después podría recoger el desastre, volví a subir las escaleras—. Sayaka, no puedes estar mucho tiempo con papá, se siente mal, ¿de acuerdo? —Le indiqué a mi hija, sin embargo en el momento en el que abrí la puerta, la niña salió corriendo hacia la cama para abrazar a Reita. Suspiré, mientras el rubio le daba un beso en la cabeza a la niña, ambos se adoraban, prácticamente Sayaka no podía vivir sin su papá—. Se enfermará también si se queda aquí. 

Reita sonrió ligeramente, había dejado la mitad de la sopa a un lado—. Lo sé, pero cómo decirle que no a esta carita —le dio otro beso a la niña quien comenzó a reír—. Ven —me hizo señas—, solo serán un par de minutos, luego se van y me dejan en mi miseria sin ustedes. 

—Dramático —me reí avanzando hacia la cama. Me acomodé en un lado, dejando a Sayaka en medio y Reita del otro lado. No me encantaba que Reita estuviera enfermo, sin embargo no habíamos podido estar así en dos semanas, había tenido un caso muy importante. 

—Gracias por cuidarme —repitió antes de caer dormido con Sayaka en brazos. 

Me recargué en ambos ligeramente—. Siempre —le respondí sabiendo que ya no me escuchaba. 

Sin quererlo, los tres nos quedamos dormidos, pues no había lugar donde preferiríamos estar, más que en la paz que la compañía del otro representaba, la paz que significaba tener a mi familia conmigo. 

Flufftober2021 [the GazettE]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora