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—Gatea más rápido, bebé. —Dijo burlón Koko.

Tragué saliva con dificultad, ya que la correa en mi cuello estaba muy apretada.

—Esto es humillante. —Murmuré avergonzada, sentía como las pequeñas rocas y ramas se me clavaban en las rodillas y en las palmas de las manos. —Me duelen las rodillas.

—Tranquila bebé, ya llegaremos a nuestro nuevo hogar. —Dijo sonriendo mientras mostraba su lengua.

Hace poco, el tipo Kisaki se había quejado con Koko sobre los gritos al momento de tener sexo, así que Koko decidió ya ir por su parte con ésto. Y compró una cabaña algo alejada de la civilización.

—¿No era más fácil venir en auto? —Bufé cansada.

—No, es tu castigo por escupirme por doceava vez. —Dijo y yo gruñí. —Aunque no te voy a mentir, me agrada que te pongas ruda.

Iba a hablar pero Koko jaló fuerte de la correa haciéndome ir de cara al suelo, él se detuvo para verme, pero yo no quería verlo a él.

—Deja de hacer esto, es humillante. Así nunca lograrás que te ame de nuevo. —Sollocé impotente.

—Ah que pena, mi amor basta y sobra por los dos. Ya levantate y camina. —Ordenó sacando unas sogas de su chaqueta.

Cuando me levanté, lo empujé con fuerza haciéndolo soltar la correa. No fui estúpida, la tomé entre mis dedos y corrí sin importarme si me lastimaba los pies al estar descalza.

—¡Ronah! —Exclamó él.

Traté de perderlo por entre los árboles, pero entonces sentí un jalón en mi cabello que me hizo caer de espaldas al suelo, y a su vez terminé por golpearme la cabeza.

—Ay bebé, ¿No sabes que no puedes escapar o te puede ir mal? —Bramó molesto mientras jalaba de la correa para levantarme, sin importarle si me ahorcaba.

Me cargó en su hombro y después caminó a zancadas hasta la cabaña. Ya estando ahí cerró la puerta con los múltiples candados que tenía.

Me dejó caer al suelo y luego me jaló del cabello para hacerme mirarlo.

—Vuelves a hacer esa estupidez, y voy a matar a tu madre, ¿Entiendes?

Sollocé con fuerza, mirándolo con miedo comencé a echarme para atrás, hasta topar con la pared.

—No amor, lo siento, tu... Agh, sabes que no tengo mucha paciencia. No me mires así bebé, papi solo estaba asustado de perderte. —Murmuró agachandose frente a mi para acariciar mi mejilla.

—Te odio. —Murmuré.

—Sabes que no lo haces. —Sonrió. —Como sea, vamos a comer.

°°°

—¿Te gusta la comida? Ordené que trajeran tu comida favorita. —Dijo él y yo solo apreté la mandíbula, sin querer probar nada, ni siquiera tocarlo de ser posible. —¡Que comas maldita sea!

Su grito y a la vez el golpe que le dio a la mesa me hizo volver a llorar, estaba asustada. Quizás después no sólo se desquitaba con la pared o la mesa, sino que conmigo. Y eso que antes ya me había golpeado.

—¿No vas a comer? Entonces no comas. —Exclamó tomando mi plato para después dirigirse al bote de basura.

—¡Si voy a comer! —Chillé y él sonrió arrimando una silla a mi lado.

Tomó los utensilios y comenzó a partir el pollo para después darmelo él en la boca.

Éste no era mi Koko, Koko jamás habría hecho esto.

—Me duele que me mires así, pero no quiero perderte, ya perdí a Inupi, y a todos los que quise además de ti. No permitiré una perdida más.

Apenas acabé la comida, él se levantó tomando los platos sucios y los llevó al fregadero.

Para cuando regresó, me quitó las amarras del cuerpo y tras sujetarme del brazo me llevó a la habitación que ahora tenía que compartir con él.

—Pudimos haber tenido una historia diferente si no te hubieras metido con ella. —Le dije.

—Si, pero el hubiera no existe. Ahora estamos juntos, eso es lo importante, ¿verdad que si?

Ya ni siquiera me había molestado en decirle algo.

Luego de un mes secuestrada por él, suplicarle día y noche, nunca pude hacerlo cambiar de opinión.

Incluso me había resignado a quedarme con él y ser su maldita muñeca de trapo.

Para cuando volví a reaccionar, Koko estaba sobre mi, besando mis mejillas y a su vez limpiando mis lágrimas.

—Odio verte llorar, pero odio más no estar contigo, amor.

—No se trata de amor, Koko. —Murmuré tomando sus mejillas para verlo a los ojos. —Entiendelo, no es amor.

—Claro que es amor. —Gruñó y puso su mano en mi cuello, asfixiandome un poco. —¡Todo lo que estoy haciendo por ti es amor, Ronah!

Se desabrochó los pantalones, bajándoselos junto a sus boxers y luego de hacer mis bragas a un lado, se metió de golpe.

Ya ni siquiera disfrutaba del sexo, las únicas veces que podía funcionar era cuando... pensaba en Draken.

Cerré mis ojos y entonces mi mente hizo su trabajo, imaginar que era Draken quien me embestia con fuerza.

No, ya no era Draken, Draken no me golpearía.

La cachetada de Koko me hizo salir de mis pensamientos, él estaba tan serio mirándome mientras continuaba su trabajo.

—Deja de cerrar los ojos, mírame cuando lo hacemos. —Ordenó.

Entonces acabó dentro de mi, y como siempre temía de un embarazo. Aunque las pastillas habían resultado efectivas hasta el momento, tenía miedo de que no lo hicieran.

For Your Love 🔞 [Kokonoi Hajime | Tokyo Revengers]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora