En un intento por cambiar de aires y salir de su zona de confort, Marinette decide visitar a su tía en Londres por todo el mes de noviembre a pesar de saber que es una mujer un tanto especial.
Sin embargo, antes de siquiera empezar, aquel intento d...
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Día 02 » Recolectando flores «
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Marinette tarareaba una suave canción en voz baja mientras arrancaba delicadamente algunas flores en el amplio patio de su edificio.
Eran hermosas. No se había topado ni de casualidad con algunas parecidas en París. Tenía en mente disecarlas para poder llevarlas y enseñárselas a sus padres y amigos. Sonrió al imaginarse la reacción de Alya o Rose, y dejó a un lado de ella las que ya había recolectado para después avanzar un poco y arrancar otra.
Todo sin percatarse que un par de ojos esmeralda la veían desde el segundo piso, primero con sorpresa y después con burla.
¿Es que acaso se podía ser más despistado que Marinette?
A pesar de solo haber convivido con ella dos días, fue tiempo suficiente para darse cuenta que ella no era patética. O bueno, sí, pero eso solo era una consecuencia de lo despistada y torpe que podía ser en situaciones especiales.
Como la de ahora, por ejemplo.
Soltando una risa maliciosa, Félix se separó de la ventana de su apartamento, alcanzó el libro que se encontraba en su mesita de centro y que leía con anterioridad, y decidió bajar a fastidiar un poco a su vecina.
Cuando estuvo en el patio, se quedó de pie detrás de Marinette —quien estaba tan concentrada recolectando flores que no notó su presencia—, y decidió observarla mejor, pues desde su ventana no había podido distinguir bien sus rasgos. Y el día de ayer fue tan fuera de lo normal que no pensó en hacerlo.
Sólo le bastó verla llegar ayer con su casaca abrigadora, su orejera de felpa y hasta con guantes puestos para asumir que era una persona friolenta —aunque no podía culparla, ya que en Francia realmente llegaban hasta los cinco grados centígrados—. Y estando con once grados ahora, no le sorprendió que solo lleve una fina chompa de lana y su gorrito de algodón en su cabeza.
Por primera vez la veía con el pelo suelto. Su fino cabello azabache enmarcaba su rostro y se fijó en el vapor que salía de su boca cuando tarareaba con una suave sonrisa en sus labios. Su pequeña nariz era perfecta, y junto con sus mejillas rosadas por el frío, le daban un aire de lo más encantador a toda ella.
