En un intento por cambiar de aires y salir de su zona de confort, Marinette decide visitar a su tía en Londres por todo el mes de noviembre a pesar de saber que es una mujer un tanto especial.
Sin embargo, antes de siquiera empezar, aquel intento d...
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Día 16 » Capturados «
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Félix no había tenido un buen día.
De hecho, no había tenido una buena semana, y le frustraba saber ligeramente el porqué. Pero lo que más le frustraba en este instante, es tener que escuchar la voz chillona de su mejor amigo directamente en sus oídos, literalmente.
—Claude, estoy cansado. En serio no estoy con ánimos para salir hoy.
—Últimamente no estás con ánimos de nada, Félix —él contraatacó—. Pofiii, hace una semana que no pasas por la cafetería, y en la U solo te veo porque llevamos los mismos cursos, pero hace días que no charlamos como amigos.
—¿Qué hablas?—el rubio frunció su ceño mientras se masajeaba la sien—. Si hablamos ayer de ya sabes qué.
—¿Hablar? ¿Para ti hablar es que yo solo te escuche hasta quedarme dormido cuando te quejas por tu situación con Marinette? —Félix enmudeció, sintiendo cómo sus mejillas se calentaban por la vergüenza. Claude carcajeó al imaginarse su reacción—. Por favor, Fel. No puedes decir que no me lo tengo merecido.
—Está bien —aceptó a regañadientes, apartando el celular de su oreja cuando lo escuchó gritar emocionado—. ¿Claude? Una cosa.
—¿Sí? ¿Qué pasa, Fel querido?
—No te quedes dormido mientras me quejo contigo. Es una falta de respeto, joder —balbuceó, escuchando la sonora carcajada de su amigo al otro lado de la línea antes de cortar.
Resopló tirando el aparato al mueble para después echarse en este.
Realmente no mentía cuando decía que se encontraba exhausto, pero Claude también llevaba la razón cuando dijo que ya no pasaba tiempo con él. Y es que sus pensamientos le habían estado causando un gran dilema a toda hora de la semana. Al inicio, Félix pensó que se debía a que la situación era reciente, sin embargo, comenzaba a creer que no pararían hasta que resuelva las cosas con Marinette
Extrañaba las veces que iba a verlo cuando estaba aburrida solo para estar aburridos juntos. Le gustaba cómo sonaba su voz adormilada en las mañanas, o cuando la llevaba dormida hasta su cuarto. Extrañaba los mensajes burlones que se mandaban, o las llamadas inesperadas y triviales cuando estaba en sus horas libres en la universidad; en una de esas se había dado cuenta que su risa era el mejor sonido que había oído en su vida, y le dolía en el alma saber que probablemente jamás volvería a oírla de nuevo.
