VII

1.4K 163 129
                                    



Pasó un mes y tanto Amelia como Luisita siguieron con sus vidas. Porque por mucho que pase en el camino, por muy mal que llegues a estar, la vida sigue y hay que seguir viviéndola.

La morena seguía sin ser capaz de dejar a Sara. La veía tan mal que sentía que tenía que estar con ella como ella estuvo el último año. Sentía que se lo debía. Pero no estaba siendo fácil.
La convivencia se estaba haciendo cada vez más difícil.

La rubia sin embargo estaba saliendo poco a poco de ese pozo sin fondo en el que sentía que estaba. Empezaba a ver un poco la luz, se dio cuenta cuando vio que sus sonrisas iban saliendo sin ser forzadas y sus ganas de seguir con su día a día sin ser una obligación. Marina y su hermana María habían tendido mucho que ver en ese cambio.
De vez en cuando le venía la imagen de cierta morena de rizos con ojos color miel. No se habían vuelto a ver desde ese encuentro que Luisita guardaba y recordaba con mucho cariño a pesar de la tristeza del momento. A veces se colaba también en sus sueños, pero no quería pensarlo demasiado. Total no sabría si volverían a coincidir.

***

Ahora Amelia se encontraba en su casa, cuidando de Sara que se tuvo que coger la baja porque llegó un momento que no podía seguir trabajando en esas condiciones.

- Buenos días - dijo Amelia despertándola poco a poco. - Es hora de levantarse.

- ¿Qué hora es?

- Las diez y media, en un ratito me voy a revisión y me gustaría que desayunáramos juntas. - Estaba haciendo un gran esfuerzo por hacerla sentir bien.

- Esta bien, dame cinco minutos y voy. -
Pero Sara no se lo ponía nada fácil con su indiferencia.

Amelia fue a la cocina con la sensación de estar dando todo y no recibir nada. Ni una sonrisa, ni un beso, nada. Y más sin saber el motivo real de porqué estaba así. Ella le decía que por cansancio, pero sabía que había algo más.

Sara llegó a los pocos minutos y se sentó mirando a la comida pero sin querer probarla.

- En algún momento tendrás que comer Sara, no puedes seguir así.

- No empieces Meli por favor. - contestó en un tono tajante.

Y Meli no aguantó más.

- ¿Sabes qué pasa? Que yo estoy poniendo todo de mi parte para que tú te sientas mejor y lo único que recibo son contestaciones cortas, no me miras y ni te cuento de las muestras de cariño.

- Tú no sabes nada.

- ¡Exacto! ¡No sé nada porque no me dices nada joder! - No quiso gritar pero no lo pudo evitar. - ¿Qué te pasa Sara? Confía en mí, soy yo. - se acercó a ella en un tono más suave.

Y Sara la miró y por un segundo se le pasó por la mente él decírselo, acabar con todo y que explotara todo. Pero no pudo. Sin embargo dijo otra cosa que también tenía ahí guardada.

Se fue a la habitación a por un sobre y se lo entregó.

- No le entregué la carta a tus padres. Te mentí. - Y bajó su mirada sabiendo el daño que le estaba haciendo esa confesión.

- ¿Qué?

Para nada se esperaba eso, cuando despertó después de la operación, lo primero que preguntó fue si hizo lo que le pidió. Al pasar los días, semanas y no tener respuesta la tristeza volvió a ella. El sentimiento de rechazo volvió. Por eso no le entraba en la cabeza el porqué, el porqué ella dejó que se sintiera así.

Un Corazón llamado Amor Donde viven las historias. Descúbrelo ahora