XXVI

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Las chicas se despertaron abrazadas, desnudas, dedicándose caricias suaves, miradas sinceras y besos que sabían a un nuevo principio.

- ¿A qué hora hay que dejar la habitación? - Preguntó Luisita mordiéndose el labio.

- A las doce creo ¿por? - contestó Amelia levantando su ceja.

- Pues.. - se fue acercando más a ella - habrá que aprovecharlo ¿no? - se mordió la sonrisa y la morena se lanzó a sus labios respondiendo así a su pregunta.

Amelia se puso encima de ella, devorando su cuello, dejando pequeños mordiscos en él haciendo que Luisita se retorciera ante aquel movimiento, porque le encantaba, porque sabía que ahí se volvía loca.
Sus manos empezaron a recorrer cada parte de su cuerpo, sus gemidos empezaban a gritar sus nombres, sus lunares fueron cómplices de cada beso, de cada suspiro al sentir la lengua de la otra y sus miradas...
sus miradas gritaban te quieros.
Una vez más se dejaron llevar por todo ese amor y pasión que se sentían.
Porque eso que estaban viviendo, no se apagaba nunca,
porque estaba más vivo que nunca.

Llegaron las 11.45h y tuvieron que dejar aquella habitación, ambas deseando volver, ambas deseando estar en su propia habitación y no tener hora para salir de ahí.

Amelia acompañó a Luisita a su casa, aún quedaba mucho día y las dos estuvieron de acuerdo en que era muy pronto para despedirse.

Ya en casa les esperaba una María sonriente.

- No voy ni a preguntar qué tal estáis porque ya se ve en vuestras caras. - Ambas se miraron. - Peeero lo que si me muero por saber es esa sorpresa que te tenía aquí mi cuñada, que la muy - comentó mirando a la morena - no me dijo nada.

Luisita se mordió su labio y sacó de su bolso la cajita y se la entregó a su hermana. María abrió sus ojos y empezó a sonreír creyendo lo que no era.

- No te emociones que no es un anillo. - Dijo rápido Luisita.

María miró confusa y abrió la cajita emocionándose porque al ver aquel llavero, si que era lo que se estaba imaginando.
Sin decir nada se acercó a las dos y las abrazó con fuerza.

- Os merecéis dar este paso, disfrutarlo y ser muy muy felices.

Ambas contestaron aún en el abrazo un Gracias igual de emocionadas.

- Bueno y ¿cuándo empezáis la búsqueda de piso? - preguntó separándose poco a poco y retirando alguna lágrima de emoción.

- Pues en dos días tendríamos la visita a uno de ellos - contestó la rubia con una sonrisa imposible de ocultar.

Estuvieron hablando en esa comodidad y confianza que tenían desde que se conocieron, hasta que llamaron a la puerta y Luisita se levantó a abrir.

***

Marcelino iba en su coche, camino a madrid. Iba a visitar a sus hijas y a darles a ellas una explicación. También la merecían.
Ya en la puerta se tomó unos segundos para respirar y llamó al timbre dispuesto a contar todo.

- Papá... - le recibió una rubia en un tono un poco más calmado al de la última vez.

- Hola hija.. ¿puedo pasar? - preguntó con dudas.

- Claro, pasa.. - en el salón estaban María y Amelia hablando hasta que al ver quién era la persona que llamó, se callaron.

- Hola hijas ¿qué tal? - saludó dando un abrazo a cada una.

Un Corazón llamado Amor Donde viven las historias. Descúbrelo ahora