Capitulo 7 Juguemos

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"Jugar es divertido hasta que se convierte en prohibido."

Addison Pitts

¿Mi victima? Claro que lo sería, no hay manera más dulce de vengarse. Además ambos recibiríamos algo a cambio y sus labios estaban tan cerca de los míos que podía inhalar su aliento.

— ¿Así quieres jugar?—preguntó bajando sus manos desde mi espalda baja hasta mi trasero, dejándole permanecer sus manos allí.—Porque soy muy bueno en este juego...—continuo diciendo mientras sus labios rosaron los míos, haciéndome delirar por tenerlo más cerca.

De tener mis manos en la toalla que colgaba de su cuello las baje lentamente por su pecho, haciendo que en cada ola de su abdomen mis dedos rebotaran sutilmente. Llegue a la liga de su pantalón y coloque mi dedo índice en la tira. Pude sentir como su cuerpo se tensó y calentó bajo mi tacto.

—Nunca jugué solo te use.—le respondí mirándolo a los ojos muy de cerca. Sus manos que delicadamente estaban estacionadas en mi trasero, dieron un apretón que envió corrientes por todo mi cuerpo. Mi mano estaba quieta en la tira de su pantalón y muy decida del camino que quería recorrer.

—Eso es lo que tú crees querida.—dijo serio y con una sonrisa de maldad. Mi dedo bajo mucho más, y a fin de cuentas mi mano termino completamente dentro de su pantalón, me agarre y aferre de lo que buscaba. Su cara no reflejaba nada, parecía inmune ante mi tacto allí, pero note la tensión en sus hombros y espalda.

Realmente no sabía que estaba pasando por mi mente, estábamos afuera de la casa rodeados de un bosque y con nuestras manos bien aventuradas en lugares perceptibles. Yo estaba disfrutando al máximo viéndolo sufrir y reaccionar ante mí.
Como el igual de mí.

—Chica traviesa.—se quedó mirando mis ojos y pareció a ver visto a través de mí. Dicho esto, me beso rápido de manera necesitada, gutural y extrema. Sus dos manos ahora estaban a cada lado de mis mejillas haciendo profundizar más el beso, mientras que mis manos ahora se enredaban en su pelo y lo jalaba más hacia a mí. El tiempo pareció detenerse. Quería más de ese beso, quería todo de el absolutamente todo.

Nos separamos para tomar aire y calmar nuestras respiraciones agitadas y aceleradas.

—Chico imbécil.—me aparte de él, quedando a unos dos pasos de distancia.

—Apuesto lo que sea a que no has dejado de pensar en mi desde aquella noche.—sonrió seguro de si mismo.

—Eres tan creído, crees que estas demasiado de muy comible, y en realidad te equivocas. —le dije a la defensiva, jamás le confesaría que se volvió mi tormento día y noche. Eso aumentaría tanto su jodido ego que no podría soportarlo.

—Vamos nena, no lo niegues.—sonrió tan sexy, que lo único que me dieron ganas era golpearlo hasta el cansancio. Y ese abdomen tan apetitoso era muy inquietante.— ¿Quieres un tarrito para la baba?— se rio a carcajadas.

Juro que lo mataría.

—No tengo nada que negar, lamento que te hagas falsas esperanzas a mi costa.—me di la vuelta y comencé a caminar hacia el auto.

Unas nubes grises se avecinaban por encima de nosotros. Y ya él había firmado los papeles así que no había motivos para quedarme.—Hasta nunca Aaron.—abrí la puerta del auto y le guiñe un ojo.

¿Realmente era hasta nunca?

—No es un hasta nunca hasta que yo lo diga.—camino decido hacia a mí y me cerró la puerta del auto, me tomó por la cintura y me colgó en su hombro.

— ¡Suéltame maldito imbécil!—comencé a golpearlo por la espalda, pero parecía echa de roca. Mientras que con mis piernas pataleteaba desesperada. Dios, ¿De dónde proviene este hombre?— ¡Que me sueltes te digo! ¡Aarron te digo que me sueltes maldición!—le dije gritando, pero parecía ser sordo.

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