El mapa de navegación en tiempo real del meca "Beijing" proyectaba solo una figura blanca. Justo ahora, atravesaban un pasaje clandestino que no figuraba en el mapa, el cual estaba abierto a los incontables contrabandistas que viajaban alrededor de la Octava Galaxia, lo cual significaba que nada garantizaba la seguridad al entrar ahí.
"Beijing"... así se llamaba el pequeño meca de Jingheng.
Normalmente, solo los mecas imponentes como Zhanlu podrían tener su propio nombre y número de serie. Los más pequeños como este, básicamente un modelo a escala de un meca, se verían reducidos a un miserable insecto en el desmesurado universo. Sin una IA, por supuesto que no había necesidad de nombrarlos. Pero Bixing Lu insistió en llamarlo "Beijing", como sí viajar en el último meca de Beijing-β fuese una forma de conmemorar el lugar al que jamás podrán regresar.
Sentada casi de rodillas en un rincón del salón de entrenamiento, Jinghshu Huang miraba a través de una pequeña ventana abierta en uno de los muros del meca. Su miraba estaba absorta en la perpetua oscuridad del exterior, incapaz de ver algo más: Sin luces, sin compañía, ni siquiera algún cuerpo celeste.
En los viajes espaciales la gravedad podría ser mortal, así que los pasajes tenían que evadir acercarse demasiado a las órbitas de cuerpos celestes de gran extensión. Y solo en raras ocasiones un meca entraba en contacto con algunas partículas de polvo espacial; flotando y girando, reflejando la luz de estrellas lejanas. Al mirarles desde la distancia, parecían formar un velo de gasa tan fino como el papel y un halo de tenue luz, delgado como las alas de un grillo.
Llevaban un mes viajando a través de ese pasaje clandestino. En ese lapso, tuvieron que hacer algunos saltos, pero no de emergencia. Gradualmente, Jingshu se acostumbró a tolerar la sensación de sus entrañas siendo aplastadas hasta casi salirse por su torso. Sumado a ello, el exterior del meca siempre era lo mismo; nada emocionante, nada sensacional. Lo cual causó que las aturdidas personas en el interior se acostumbraran a esa infinita soledad.
Ya fuese la colosal guerra entre la Unión y los piratas interestelares, el lunático príncipe Cayley, o su hogar devastado... Todo parecía ser solo un bizarro e inusual sueño, volátil como la luz reflejada por el polvo espacial.
De cualquier modo, esos estudiantes mediocres que nacieron en un lugar mediocre, no adquirieron algún inusual talento a partir de sus inusuales experiencias recientes. Así que seguían siendo una carga.
En el salón de entrenamiento se construyó un meca simulado con una pequeña imitación de la red mental. Los chicos entrenaron como locos por todo un mes, pero hasta ahora, ninguno de ellos logró conectarse ni una sola vez.
White era un debilucho, ya sea en condicionamiento físico o ingravidez, sus resultados eran peores que los de sus compañeros. Incluso ahora, seguía desmayándose justo en el instante en que se conectaba al meca.
Rockhead, el tonto gigantón, contrastaba por su buena condición física, y no tenía problema alguno con la comida. Solo había un pequeño inconveniente: su baja capacidad intelectual. Al no haber concluido el nivel más básico de educación, era prácticamente un semianalfabeto. Así que ya ni hablar de enseñarle alguna habilidad avanzada, incluso hacerle leer el instructivo de un electrodoméstico le era lo suficientemente difícil. Sin mencionar que también padecía trastornos conductuales, como tendencias violentas y problemas de atención.
La situación de White y Rockhead era un desafío, pero podría resolverse con el paso del tiempo. Sin embargo, el problema de Mint no era tan fácil de abordar: Padecía nictofobia*, y una bastante grave para acabarla de joder. Antes, sin importar la hora, ya sea que estuviese en el orfanato o en el dormitorio de chicas, nunca dormía sola; así que sus síntomas no eran un impedimento en su vida cotidiana.
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Imperfecciones
Science FictionArte de la portada: Solla (Sollamola en Twitter) Escrita por: Priest Traducción voluntaria al español sin fines de lucro.