5. Ignorantes.

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Aquel miércoles salí de la oficina pronto, incluso antes de lo que le había dicho a mi jefe que lo haría. Tenía la oportunidad de librarme de un rato de papeles y de teclear frente al ordenador y pensaba aprovecharlo. Además, era por una buena causa. Mi hermano se iba a casar con su novia de toda la vida, a la que adoraba, y tenía que acompañarlos a probar diferentes platos para el menú de la boda. El plan perfecto. Familia, comida y nada de trabajo. Prácticamente fue inevitable que el cursor del ordenador se empezara a deslizar hacia el botón de apagado unos quince minutos antes de lo previsto, y lo mejor era que ese día no tendría que volver a encenderlo.

Me monté en el coche y, como siempre que iba sola, conecté el móvil al bluethooth y la música empezó a sonar muy alto. En esa ocasión el elegido fue Bad Bunny. Otro de los muchos géneros que no compartía en gustos con Almudena, por eso tenía que valerme de esos ratitos a solas para escucharlo. No era como que mi chica se quejara si ponía música que no era de su agrado, pero sabiendo que no le encantaba precisamente y que no íbamos a disfrutarlo juntas, siempre optaba por elegir otro tipo de canciones. Por suerte a mi me gustaba prácticamente toda la música del mundo, y eso incluía sus bandas clásicas favoritas.

Me estaba dejando la voz con eso de No sé por qué nos dejamos si tú me amas y yo te amo, cuando la melodía se paró en seco rompiendo el momento y en la pantalla táctil del coche apareció una llamada entrante de Almudena. Acababa de pasar la una y media del mediodía, así que estaría en su descanso para comer.

-Hola, amor. – Saludé.

-¿Estás en el coche? – Dedujo, seguramente por la calidad de la llamada.

-Hoy voy a probar los menús de la boda con Inés, Efrén y mi madre. – Le recordé.

-Es verdad. Déjame adivinar... - Alargó la última sílaba en tono pensativo. – Acabo de interrumpir uno de tus increíbles momentos de cantar reggaetón mientras conduces.

-Uno de esos momentos que tanto odias.

-No odio esos momentos, odio cuando lo que suena es el conejo malo ese o uno de sus primos hermanos con cadenas de oro. – Me reí, pero lo hice en silencio para que no se diera cuenta de que esas idioteces suyas me hacían gracia. Como si después de siete años no lo supiera ya. – Pero verte cantar al volante es una de mis cosas favoritas en el mundo, cariño.

-Me lo voy a pasar muy bien el sábado en el bar. A lo mejor te compensa ir a una farmacia y comprar tapones para los oídos.

-¿Por qué? ¿No crees que vayan a sonar los grandes éxitos de Queen? – Vaciló.

-Lo dudo. Como mucho los de Queen B.

­-¿Quién es Queen B? – Dios mío, a veces parecía que vivía anclada en el siglo pasado.

-Beyoncé.

-Bueno, en ese caso podré soportarlo. – Puse el intermitente para tomar la siguiente salida mientras al otro lado de la línea empecé a escuchar barullo. Seguro que ya estaba de vuelta en la oficina después de haber comido algo en el restaurante que tenían debajo de la empresa. – Amor, te tengo que dejar. Tengo una reunión con un cliente muy importante, así que a lo mejor hoy llego más tarde. No me esperes para cenar.

-Mi plan es comer tanto que ni me apetezca cenar. – Almudena rio. Comida gratis y probar infinidad de platos. Mi hermano era el mejor por haberme invitado aquel día. – Envíame un mensaje antes de coger el coche.

Unos minutos más tarde estaba dejando mi vehículo en el aparcamiento más cercano al restaurante en el que me había citado mi hermano. Me salió por un ojo de la cara, pero mucho más rentable que pasarme media hora dando vueltas por el centro sin ningún éxito para acabar en una zona azul o algo así. Le había ofrecido a mi madre el día anterior pasar a recogerla y me había dicho que no me preocupara, que Inés y Efrén ya habían quedado con ella y así yo no tenía que desviar tanto mi ruta. Por eso, aunque iba bien de tiempo, cuando llegué ya estaban los tres esperándome en la entrada.

(Des)acompasadasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora