14. El corazón me arde.

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A pesar de haberme dormido tarde, un rato después de haber dejado el móvil en la mesilla incluso, no me costó nada ponerme en pie a las ocho en punto de la mañana. Era un don que tenía y del que me sentía orgullosa. Podía dormirme a la hora que fuera, que siempre me levantaba con energía, a no ser que me encontrase mal o que el día anterior hubiera sido demoledor por algún motivo. Pero aquel no era el caso. Habíamos salido a cenar con mis padres al restaurante pijo de su amigo en el que todo estaba delicioso y era monísimo, pero las cantidades eran muy insuficientes. Nunca he sido de las que cenan demasiado y aún así esa noche tuve que hacerme un bocata al regresar, así que la cosa era grave.

Almudena logró aguantar despierta hasta que terminé mi segunda cena y me puse el pijama, pero cuando me metí en la cama con ella, después de un par de besos y apenas unos minutos de conversación, se le empezaron a cerrar los ojos y acabó quedándose dormida. Trasnochar no era lo nuestro desde hacía tiempo, pero a mí últimamente me costaba bastante dormir porque tenía en mente frases y situaciones que me desvelaban. Un "lo vamos a arreglar" muy positivo que me provocaba una angustia en el pecho que no me dejaba conciliar el sueño. Por eso acabé cogiendo el teléfono y entablando una conversación con Mimi que al menos me distrajo un ratito y de la cual salió un nuevo plan, en aquel caso para salir a correr.

Como siempre, me atavié con unas mallas, en aquella ocasión cortas porque hacía un día caluroso de finales de abril, y un sujetador deportivo de color azul. Me apreté al brazo el pequeño bolsillo en el que llevaba el móvil para no tener que cargar con él en las manos y me introduje tan solo un auricular en la oreja, porque en esa ocasión tendría compañía y no podía aislarme del mundo. Aún no me creía que la hubiera convencido para que viniera conmigo a correr, y no lo hice del todo hasta que no la vi bajar los escalones del portal un par de minutos después de haberlo hecho yo.

Tenía sueño. No lo dijo, pero lo vi en sus ojeras, y le había costado levantarse de la cama todo lo que a mí no. Seguro que no estaba acostumbrada a hacerlo. Ni a salir a correr ni a madrugar después de haber trasnochado. Llevaba un chándal combinado de dos piezas negras, con pantalón largo y chaqueta, así que pude imaginarme que en unos minutos estaría sudando la gota gorda y arrepintiéndose de no haber cogido algo más fresco. Además, llevaba unas zapatillas deportivas, pero no eran de correr. Esa suela tan plana le iba a jugar una mala pasada. Me reservé la risa para más tarde, porque no dudé que la iba a necesitar. 

-¿Estás preparada para empezar el día con alegría? – Hice la pregunta a la vez que empecé a trotar en el sitio. Eché mano a la pantalla táctil de mi reloj, donde siempre llevaba las estadísticas de mis carreras. Aquel día sería diferente y hasta ese aparatito se daría cuenta.

-Eh, eh, fiera, tranquila. ¿No estiramos ni nada antes? Mira que no me quiero lesionar.

-Empezamos al trote y vamos calentando motores, no te preocupes. – Comencé a correr e hice un gesto con la cabeza para que me siguiera. No quise darle más conversación porque era capaz de arrepentirse o de proponerme un plan distinto con el que a lo mejor lograba convencerme, y no quería perder mi perfil de persona comprometida con el deporte.

-Creo que tu trote es mi velocidad estándar. – Comentó al ponerse a mi nivel. – Vamos a tener un problema.

Lo tuvimos, y fue mucho menos divertido para ella que para mí. Logró seguirme el ritmo un total de tres minutos de reloj, concretamente tres minutos y catorce segundos, y después fue bajando la velocidad hasta que le perdí la pista tras una esquina. Sin dejar de correr, retrocedí sobre mis propias zancadas y me la encontré en un banco sentada en el minuto siete con cuarenta y nueve segundos. Estaba exhausta, le faltaba el aire y tenía el cuerpo doblado hacia sus piernas, pero cuando me vio aparecer se llevó las manos a los cordones y fingió que se los estaba atando.

(Des)acompasadasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora