6. La curiosidad.

1.1K 111 214
                                    

Entró la madrugada, seguíamos bebiendo y ya había descubierto bastantes datos nuevos de mis vecinas. Ambas habían estudiado carreras relacionadas con los números y la economía, trabajaban en ello y eran dos putos cerebritos, a juzgar por sus oficios y la forma en la que habían hablado de sus estudios, másteres y demás. Dama había conseguido preguntarle a Almudena sobre sus orígenes sin que sonara demasiado mal y todo, aunque a lo mejor el alcohol y el buen rollo que había en la mesa ayudó un poquito a que la morena no se tomara mal la pregunta. La chica era española y nos resolvió el misterio de sus "facciones perfectas", como lo había denominado mi amiga, cuando nos explicó que su padre llegó al país siendo un adolescente y se acabó quedando porque conoció a su madre, con la que tuvo dos hijas. De primer apellido Hamad y de segundo Crespo. Todo un enriquecimiento cultural.

En aquella conversación de bar de la que fue protagonista la pareja por ser las nuevas se trataron muchos temas, pero yo solo necesitaba que se hablase de uno, el que no sabía cómo sacar. Quería saber más sobre Miriam y su relación con la música, porque lo que me contó en su piso días antes me sabía a muy poco después de haberla escuchado cantar a través de la puerta. Fueron apenas unos versos, pero despertaban todas mis curiosidades. Esa voz se me había metido en la cabeza y no me la podía sacar. 90 minutos se reproducía en mi mente todo el rato, daba igual lo que estuviera haciendo.

-¿Hace mucho que os mudasteis al edificio? – Pregunté, porque a lo mejor soltar de golpe un "¿Por qué demonios no estás cantando en todas partes?" era demasiado intrusivo, incluso después de varias cervezas.

-Un par de años o así. – Respondió la rubia.

-¿Pero cuánto lleváis juntas? – Se interesó Dama, dispuesta a continuar con el interrogatorio.

-Siete años.

-¿¡Siete años!? – Dama fue la que lo exclamó, pero realmente aquella cifra nos sorprendió a todas. Siete años era mucho tiempo teniendo en cuenta que hablábamos de lo que parecían ser un par de veinteañeras. – Pero, ¿cuántos años tenéis? – Preguntó mi amiga, que parecía haberme leído la mente. – Porque u os conserváis muy bien o empezasteis muy pronto.

-Me gusta pensar que ambas son correctas. – Bromeó Almudena. – Miriam tiene veinticinco y yo veintiséis.

-Empezamos a salir en la universidad, yo estaba en primero y ella en segundo, y desde entonces aquí seguimos.

-Qué bonito. – Murmuró Claudia.

-¿Y cuál es el truco? Lo digo por esta de aquí, que no consigue que le duren más de dos años. – En cuanto Dama me señaló con la cabeza se llevó un buen golpe en el hombro de mi parte. Con copas de más no había quien la soportase. No solo estaba contándole eso a unas casi desconocidas, sino que al otro lado tenía a Raquel, a la que a lo mejor no le sentaba tan bien que mis parejas no se caracterizaran por durarme demasiado. Y no jugaba a mi favor que justo se fuera a enterar esa noche, que era cuando tenía pensado sacar el tema de que fuéramos novias de una vez.

-¿Por qué no te metes en tus asuntos? – Reproché. Me tranquilizó que Raquel me abrazara por la cintura y riera cerca de mi oído. – A ti tampoco es que te vaya muy bien en ese sentido.

-Ya, pero yo no creo en el amor y no busco nada. Tú sí.

-Yo creo que no hay truco. – La morena interrumpió afortunadamente nuestro pique. – Cuando tienes que empezar a hacer trucos es cuando sabes que no funciona. Entre nosotras todo fluyó desde el principio, fue muy fácil.

En ese momento lo normal hubiera sido que Miriam sonriese, porque era jodidamente bonito, pero se puso seria y lo quiso disimular bebiendo de su copa. Vaya, un interrogante más, aunque aparentemente solo yo me di cuenta porque la conversación entre el resto siguió como si nada. La rubia dejó la bebida, se apretó contra su novia y volvió a sonreír. A lo mejor lo de antes solo habían sido imaginaciones mías. Esa pareja era perfecta y yo lo envidiaba en cierta manera, porque delante de mí estaba todo cuanto llevaba buscando desde que tenía uso de razón. Eran "la definitiva" de la otra y les sentaba muy bien.

(Des)acompasadasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora