12. Temperature.

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El tiempo había pasado en lo que dura un parpadeo. Estaba abriendo la puerta de mi casa para dejar pasar a Mimi y, unos segundos después, miraba el reloj de mi muñeca y descubría que eran casi las cuatro de la tarde. Habíamos desayunado juntas y nos habíamos saltado la comida porque estábamos tan entretenidas que ni el hambre nos robó la atención. El sonido de las notas musicales que bailaban por el salón era mucho más alto que los rugidos de nuestros estómagos reclamando algo más que un café y algún dulce.

Me lo había pasado como una niña con la bailarina hablando de cuando era adolescente y me daba mis primeros besos, y más aún escuchando los suyos, pero sobre todo me encantó que nuestra pasión por la música cada vez nos hiciera encajar mejor. Ella sabía ponerle letra a cada canción que se me pasaba por la mente y traducía en acordes de guitarra, y yo estaba feliz de ver lo mucho que le gustaban todas mis versiones. Don Omar, Malú, Alicia Keys o cualquier otro. Nuestros gustos eran cien por cien compatibles y con ella se me caía la vergüenza al suelo durante un rato y ninguna se paraba a recogerla.

Tuve que salir corriendo hacia la estación, con el tiempo pegado a los talones, y cuando quise aparcar ya habían pasado casi quince minutos de la hora a la que llegaba el tren de Almudena. Corrí por la estación hasta el punto exacto en el que quedábamos siempre que ella venía de viaje y yo pasaba a recogerla, entre la tienda de regalos y la cafetería, donde había un banco de madera que yo solía ocupar antes de que su tren se estacionara en las vías. En aquella ocasión se me adelantó y fue ella la que miraba distraída el móvil mientras yo me pegaba una carrera para no hacerla esperar.

-¡Ya estoy aquí! – Anuncié, parando frente a ella e intentando recuperar el aliento con profundas bocanadas de aire. Almudena levantó la cabeza y me miró con una sonrisa.

-Estaba revisando WhatsApp por si te había dicho mal la hora. – La chica se puso de pie y cogió su maleta. – Me parecía raro que llegaras tarde. ¿Has pillado algún atasco? – Se inclinó hacia mí y me dio un beso en los labios, uno demasiado corto para llevar sin vernos dos días.

-No, es que había quedado para desayunar con Mimi y se me ha echado el tiempo encima.

-Para comer dirás. – Me corrigió, a la vez que me dio la mano y emprendimos el camino hacia el aparcamiento.

-No, para desayunar. – Repetí.

-Si son casi las cinco de la tarde. – Dijo, parando en seco y mirándome extrañada.

-Ya, pero nos hemos puesto a hablar y se me ha pasado el tiempo volando. – Tiré de ella y seguimos caminando juntas. – Tengo un montón de cosas que contarte de esas que te gustan porque, detrás de tu fachada de chica guapa y formal, eres toda una vieja cotilla. – Almudena se rio y pareció olvidarse de que había llegado tarde y de cuál había sido la causa.

-Cuéntame.

-No sé si estás preparada. – Eché leña al fuego. – Vas a flipar.

-Por favor, cariño, qué intriga. – "Mimi hubiera dicho hype", pensé, porque tenía reciente cómo lo había pronunciado antes de escucharme cantar una canción. – Suéltalo de una vez. 

-Aitana se lio con una persona el viernes cuando salimos. – Comencé. Aunque faltaba desvelar lo mejor, pero quería darle la información con cuentagotas para que fuese más divertido. Solo con esos pocos datos ya había conseguido que se sorprendiera un poco porque, aunque tampoco era nada del otro el mundo y Aitana ligaba con los chicos con facilidad siempre, con pocos acababa haciendo algo más que bailar y tontear un poco.

-¿En serio?

-Y tan en serio, pero más vas a flipar cuando sepas con quién fue.

-¿Con quién?

(Des)acompasadasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora