7. The best of both worlds.

1.2K 109 185
                                    

Había llegado la cumbre de la semana y estaba especialmente cansada, sobre todo por la carga que suponía establecer vínculos con nuevos socios en la empresa. Desde que mi padre me informó la semana anterior de que tanto Felipe como él habían notado un descenso de mi rendimiento en la oficina me he estado esforzando para que no tuvieran más motivos por los que quejarse. Se que mi padre me lo dijo más con preocupación que como protesta, pero tampoco tenía motivos para alarmarse y por eso no quería que los viera. Todo iba bien y yo solo necesitaba estar más enfocada en el trabajo.

Lo mejor de esa mañana de miércoles fue que, mientras estaba completando una tabla de Excel, me llegó un mensaje de mi amiga Aitana en el que me decía que tenía que hacer un recado por la zona en la que estaba mi oficina y que si le hacía un hueco para comer juntas. Sonreí en cuanto lo leí y tecleé una respuesta afirmativa. Entre sus compromisos y los míos hacía ya unas semanas que no nos veíamos y me apetecía mucho despejarme un rato con ella. Los días de trabajo solía comer con mi padre o con algunos de mis compañeros en el restaurante que tenía convenio con la empresa. Era rutina. Mis pies se movían sin necesidad de pensarlo hacia allí siempre, por eso me ilusionó tanto que ese día tomaran otro rumbo.

Quedé con Aitana en otro restaurante, uno al que ya habíamos ido más veces y que quedaba a menos de diez minutos andando desde la oficina. Cuando llegué ya estaba sentada en una mesa y me levantó la mano para llamar mi atención casi al mismo tiempo que se puso en pie para poder abrazarme en cuanto estuve lo suficientemente cerca. Cuando nos mudamos a Madrid hace mucho tiempo me costó hacer amigos. Los dos últimos años de colegio fueron especialmente difíciles porque todos los niños y niñas ya se conocían entre ellos y mi timidez no ayudó a la integración, así como tampoco lo hicieron los profesores.

Pero en el instituto fue distinto y fue gracias a ella. Aitana me pilló por banda el primer día y no volvió a soltarme, y lo agradecí tremendamente porque si fuera por mí a lo mejor no hubiera sido capaz de hacer ni una sola amistad. Ella me integró en un grupo y, sin ser consciente, me hizo confiar más en mi misma. Seguí siendo vergonzosa porque hay cosas que son difíciles de perder, pero hice amigos y fui feliz en esa etapa de mi vida que hubiera sido tan compleja de haber estado sola.

-Dios, cómo te he echado de menos. – Dijo cerca de mi oído mientras me abrazaba. – No vuelvas a estar tan ocupada.

-Tú también estás bastante liada con tu empresa.

A la joven le encantaba el diseño de moda. Siempre hacía sus pinitos para ella y para quienes estábamos cerca, así que a nadie lo sorprendió que fuera eso lo que quiso estudiar tras acabar el bachillerato. Gracias a su talento, y también a una ayuda económica por parte de sus padres, había elaborado su propia marca de ropa, por ahora pequeña, aunque no le estaba funcionando nada mal. Diseñaba prendas para todos los públicos, desde sencilla para vender a precios asequibles hasta otra más refinada que movía entre círculos de gente famosa.

-Sí, pero no tanto como tú. – Deshicimos el abrazo y tomamos asiento la una frente a la otra. - ¿Qué tal? ¿Cómo va el curro? Hace tiempo que no nos vemos y tampoco es que hayamos hablado mucho por el móvil.

-Un poco estresada, la verdad. – Reconocí. – Tenemos un nuevo cliente y me está tocando a mí hacerlo todo. Pero bueno, gajes del oficio.

-Te ha tocado a ti porque eres buena en lo tuyo y quieren que lo hagas tú.

-Supongo... - Eso o que mi padre era el dueño de la empresa. Siempre me perseguía esa sombra. Era cierto que siempre había tenido buenas notas y no consideraba que se me diera para nada mal, pero también había otra gente buena en mi oficina. ¿Confiarían tanto en mí si no fuera hija de quien soy? Según mi padre, sí, pero qué iba a decir él. – No hablemos de mi trabajo, por favor. Cuéntame tú. ¿Cómo vas con tu marca?

(Des)acompasadasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora