Parte 1

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Al despertar sintió su cuerpo descansar en una suave y mullida cama, por leves segundos creyó que se encontraba en el hospital, pero descarto esto de inmediato al no sentir ninguna aguja atravesando su piel. Mikey se sorprendió al no sentir ningún dolor recorrer su cuerpo, por lo menos no los que esperaría al haberse lanzado de un edificio de por los menos 10 metros de altura.

La luz del sol entraba por la ventana que se encontraba al lado de la cama donde reposaba, en ese momento se percató de algo a lo que no le había prestado atención con anterioridad.

Esa no parecía un cuarto de hospital.

Se sentó rápidamente en la cama sintiendo el cuerpo extraño; nunca en su vida se había considerado una persona alta, pero en sus 28 años de edad había por lo menos alcanzado unos valiosos 1.65 metros, sin embargo, en ese momento se sentía muy pequeño. Examinó sus manos dándose cuenta de que se encontraban más pequeñas y se veían mucho más suaves y no mostraban ninguna cicatriz aparente, sus uñas estaban bien recortadas (no como las recordaba). Llevo sus manos a su cara, tratando de sentir alguna diferencia en ella, pero su examinación fue interrumpida al escuchar un ruido en la puerta que lo puso alerta al instante.

— Manjiro ya es hora de...—. La puerta de la habitación fue abierta mientras una voz que el reconocía a la perfección hablaba.

Una voz que tenía años que no escuchaba.

Su hermanos mayor, Shinichiro Sano estaba frente a él, mirándolo extrañado.

— ¿Estás bien, Manjiro?—. Le preguntó mientras miraba los ojos oscuros de su hermano, iguales a los suyos, observándolo como si fuera alguna especie de ilusión. Preocupado al no recibir ninguna respuesta apresuró sus pasos hasta llegar al borde de la cama donde se encontraba su hermano menor.

Tocó la frente del pequeño rubio que se encontraba frente a él mientras fruncía el ceño en concentración y escudriñaba el rostro de su hermano tratando de percatarse de algún golpe o algo diferente que le pudiera estar ocasionándole algún malestar. Hasta que percibió lo que era diferente.

Sus ojos.

Esos ojos que ayer por la noche lo veían con un brillo infantil característico de un niño como lo era su hermano, hoy se veían opacos sin vida, como si estos hubieran sido testigos de todas las desgracias del mundo.

Manjiro sentía que esto era una especie de castigo divino, ¿A caso algún ser celestial se estaba burlando de él? ¿Este era el castigo por todas las vidas que había tomado como jefe de Bonten? No podía ser otra cosa, no había otra razón por la que su hermano mayor estuviera justo frente a él, mirándolo preocupado, como hace muchos años lo hacía.

Cómo lo hacía antes de morir.

Sin saber como enfrentarse a la mirada escrutadora que Shinichiro, le daba, Manjiro sintió en sus ojos acumularse las lágrimas que quería derramar. Parecía estar en una especie de alucinación o algo así, porque no explicaba otra forma por la cual su hermano se encontrará ahora frente a él, tocando su frente. La mano cálida de su hermano en su frente, se sentía extraña, está parecía diferente, se sentía real, no como esas alucinaciones que eran producto de las drogas y el alcohol que en ocasiones consumía, cuando ya no podía más con el desprecio a si mismo. Cuando se replanteaba si todo lo que había hecho era lo correcto.

Cuando se preguntaba si algún día podría ser feliz.

Si merecía ser feliz.

Inmerso en sus pensamientos el pequeño rubio no sintió cuando las lágrimas empezaron a correr por su cara. Parecía como si una llave hubiera sido abierta y no ya no pudiera cerrarse más, pues las lágrimas aunque trataba de retenerlas no podía, estás se negaban a morir sin ser antes liberadas. Trataba de llorar de la manera más silenciosa posible, quería tapar si cara con sus manos, sin embargo, las manos de su hermano tomaron sus mejillas mientras lo observaba con sus ojos empañados en preocupación.

Cambiando el pasado «Drakey»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora