Parte 10.

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Izana observaba de forma vacía a los demás niños jugar en los juegos viejos y oxidados con los que el orfanato contaba

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Izana observaba de forma vacía a los demás niños jugar en los juegos viejos y oxidados con los que el orfanato contaba. Las risas sonaron molestas a sus oídos, pero no podía ni quería moverse del lugar donde se encontraba.

Simplemente estaba paralizado.

El tiempo se había ralentizado cuando vio como Shinichiro caía en el piso de la oficina de la directora del orfanato. Aún escuchaba los gritos asustados de Manjiro llamando una y otra vez a su hermano.

Después de eso, Izana observo a la directora entrar apresuradamente a su oficina, mientras trataba de tranquilizar a un casi histérico rubio, que abrazaba como podía el cuerpo inconsciente de su hermano mayor.

Sin poder soportar más de la escena que había provocado, bajo la mirada, sintiendo sus manos hechas puños temblar en sus costados. Justo cuando llegaron más trabajadores del orfanato, Izana vio su oportunidad de huir.

Manoteo la pequeña mano de Kakucho que trataba de retenerlo cuando se percató de sus planes, y salió rápidamente de la oficina de la directora, sin mirar atrás. Con el corazón encogido en preocupación mal disimulada, y el arrepentimiento colándose lentamente entre sus huesos.

Unos minutos que parecieron horas, Izana pudo escuchar el suave andar de unas pisadas que reconocía. Después de todo, eran las mismas pisadas que escuchaba cada noche fuera del cuarto compartido con 6 niños más donde dormía, antes de que sintiera el pequeño cuerpo de Kakucho acurrucarse a su costado.

Cuando el pelinegro se encontró por fin a su lado, le murmuró molesto— No tenías porque decir eso Izana, realmente te pasaste está vez.

Eran pocas las veces en las que Izana había escuchado a Kakucho enfadado con el. Sin poder ignorar el creciente malestar en su cuerpo, y la preocupación en la punta de la lengua por preguntarle a Kakucho si sabía algo sobre el estado de Shinichiro, bufó molesto con el más pequeño.

No sabiendo como lidiar con aquello, simplemente siguió mirando a los niños jugar. Espetando molesto hacía el pelinegro de la cicatriz.— No me sermonees, Kakucho.

— ¡El es tu hermano!—. Grito Kakucho indignado ante la aparente indiferencia de Izana ante el estado de su hermano— ¡Y le deseaste la muerte!

Para una persona tranquila como Kakucho quien nunca se alteraba ni alzaba la voz, era bastante evidente el enfado del pequeño.

Izana volteo molesto, enfrentándose ahora sí, a la mirada igual molesta de Kakucho. Olvidándose completamente de los niños jugando que antes veía.

— No—. Nego con la cabeza fervientemente siendo observado por Kakucho— ¡No es mi hermano! El solo me ilusiono, él solo...-

— Al menos tienes a alguien que se preocupa por ti, Izana, tienes alguien que aún se acuerda de ti y te extraña.

Una parte pequeñita de Kakucho realmente envidiaba a Izana (no de una mala forma, por supuesto, el corazón de Kakucho era demasiado leal para aquello), sus padres habían muerto en un accidente de automóvil, y el había sido el único sobreviviente, después fue mandado a este orfanato, con una fea cicatriz en su rostro que hacía que los demás niños lo molestaran o huyeran de él.

Cambiando el pasado «Drakey»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora