65

154 28 46
                                    

—Me haces daño. No me muerdas —digo entre risas cuando veo y siento los dientes de Dante en mi brazo.

Me muerde más fuerte mientras intenta no reírse.

No para.

Le encanta ser tontito conmigo.

Empujo a mi novio para que me suelte y ambos acabamos riéndonos a carcajadas.

Veo mi brazo y paso una mano por este.

—Me has marcado —digo—. Mira tus dientes de tiburón.

Se ríe a carcajadas intentando levantarse de la cama para prepararse e irse a trabajar.

Ya ha pasado más de una semana y ha empezado a trabajar.

No me gusta eso de que se vaya de casa todos los días.

Extraño a mi novio.

Al menos solo trabaja 8 horas al día y luego es totalmente mío.

Salimos fuera de casa disfrutando de algún chocolate caliente, chicle o palomitas de muchos colores.

Dante me hace realmente feliz.

Ruedo en la cama y, cuando lo hago, suena el timbre.

Miro a mi novio sin entender quién llama al timbre a las seis de la mañana.

—Ve a ver quién es —digo recostándome en el colchón.

Dante me lanza mi bata de color algo rosado y negro. Esta acaba casi en mi cara.

—Gracias, querido —digo y suspiro.

Ríe y se sube los pantalones de color gris.

Me pongo la bata y me levanto de la cama.

Le doy un buen apretón a su entrepierna oculta por sus calzoncillos blancos. Él sonríe y nos besamos por pocos segundos porque el timbre vuelve a sonar.

—Ya voy, joder —digo casi susurrando.

—Esa boca, amor. Ten cuidado con lo que dices.

Río y vuelvo a besarlo por menos segundos que antes.

Bajo las escaleras y abro la puerta de nuestra casa.

Juro que en ese momento mi cuerpo se paraliza al ver a la persona que está allí.

No sé si estoy respirando.

Solo sé que estoy viendo a esta persona sin parar.

Traga saliva y una pequeña sonrisa tímida aparece en sus labios.

—Hola, Ethan —dice sin ni siquiera moverse.

Pestañeo y lo hago de nuevo.

Esto no es real.

Cojo aire y él toca un poco su pelo, el cual está muy largo.

Parece que está nervioso.

Suspira un poco y ríe al verme.

Me abalanzo sobre su cuerpo y lo abrazo con mucha fuerza mientras dejo que mi cuerpo se libere llorando.

Me abraza y siento sus lágrimas en mi piel.

No puede ser.

¡Está aquí en Italia!

—Damiano —digo muy alto—. Damiano, has vuelto.

Los pensamientos de nuestro pasado vuelven a mi mente.

Estaba a punto de morir y ahora está aquí, sano y salvo.

Dante |Måneskin|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora