10. Mentiroso

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—¿Vos qué hacés acá? —preguntó Juancho.

—Te doy tres intentos para que adivinés —respondió Charly guiñando un ojo.

—No estoy para bromas.

—Pues digamos que anoche Yeimy se puso... —miró hacia las escaleras que llevaban a su dormitorio—. Cariñosa conmigo.

Juancho respiró hondo, tratando de calmarse. Su ojo palpitaba como si estuviera enloqueciendo. Alzó un dedo y se quedó ahí parado, tratando de procesar la información.

—Yeimy no haría algo así.

—¿Es porque estoy así? —se señaló las marcas de los golpes—. Qué lindo, Juancho, agradezco la preocupación. Pero tranquilo, tuvo mucho cuidado conmigo. De hecho, ella hizo casi todo el trabajo —tuvo que hacer un esfuerzo para no reírse ante la reacción de Juancho.

—¡Yeimy jamás se acostaría con vos!

—Mm... Tendrías que haberla visto anoche, cómo me besaba, cómo me tocaba, cómo me suplicaba que le hiciera el amor. Y parce, uno es débil y no puede resistirse durante mucho tiempo a eso. Menos con una hembra como Yeimy.

A Juancho parecía que le estaba dando un síncope. Se inclinó hacia delante y Charly pensó que se venía un nuevo golpe, pero para su alivio se paró antes de tiempo, se dio la vuelta y se marchó sin decir palabra. No pudo evitar reír cuando escuchó un fuerte ruido nada más cerrar la puerta, como si Juancho le hubiera dado un puñetazo a la pared.

Se vistió todo lo rápido que le permitió el dolor, justo antes de que Yeimy apareciera por las escaleras. Llevaba una bata corta que no le hacía mucho bien a los circuitos neuronales de Charly a esas horas de la mañana.

—¿Vino alguien? Escuché el timbre.

—No, fue en la casa de al lado —respondió Charly, tratando de sobreponerse a aquella visión.

—¿Qué tal los golpes?

—Mejor, mirá.

Yeimy se acercó para examinar su rostro, asintió y le señaló el pecho. Probablemente esperaba que se levantara la camiseta, porque abrió los ojos con algo de sorpresa cuando se la quitó por completo. Charly se lamió los labios cuando se dio cuenta de que Yeimy se había quedado más de un segundo mirando su cuerpo.

—¿Qué te parece?

—¿Qué? —preguntó ella sobresaltada, como a un niño al que sorprenden haciendo algo malo.

—El golpe.

—Ah, sí, está... Está mejor.

—¿Qué horas son? —preguntó Charly estirándose aún sin camiseta, sonriendo al notar que Yeimy no podía apartar la vista de su torso.

—Las ocho —Yeimy se giró, como si tuviese que dejar de mirar a Charly para que su mente volviera funcionar—. Vane ya habrá salido para el colegio, ya podés volver a casa.

—Vale —él se sentó a la mesa—. ¿Y mi arepita?

—¿Qué arepita?

—Mínimo me darás el desayuno, ¿no?

—¿Sabes? Si no te conociera diría que tenés cinco años.

—Cafecito también, por favor.

Yeimy rodó los ojos.

—Cogé lo que querás.

—Estaba pensando en Juancho y...

—Está bien, ahora te preparo algo.

Será mi perdición (Charleimy)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora