15. El regalo

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Yeimy estaba maquillándose en el espejo cuando recibió una llamada de Charly.

—¿Y mi felicitación, princesa?

—Charly, el del cumpleaños es el que recibe las llamadas, no al revés —dijo ella riendo levemente.

—¿Y qué le hago si me cansé de esperar? Andá, decímelo.

—Felicidades.

—Ah, no, vos escribís canciones enteras pero no me podés dedicar más de una palabra.

—Felicidades al hombre más guapo de Medallo.

—Y del mundo.

—Y del mundo.

—No, repetilo entero.

Yeimy respiró hondo.

—Muchísimas felicidades al hombre más sexy y mejor cantante del mundo, ¿contento?

—Muchísimo —parecía un niño con sus exigencias y caprichos, y aunque no quería reconocerlo eso le despertaba bastante ternura a Yeimy—. Y ahora la cantada.

—¿Querés que cante?

—Claro, tenés una voz divina, mi reina.

—Bueno, está bien.

Yeimy se aclaró la garganta y le cantó el cumpleaños feliz, escuchando los aplausos al otro lado de la linea cuando terminó.

—¿Puedo pasar a recogerte esta noche?

—Por supuesto.

—Hasta entonces pues. Un beso, princesa.

Cuando colgó, Yeimy llamó a Vanesa.

—Vane, mi amor, ¿estás en casa?

—No, salí con Erik a unas vueltas, ¿por qué preguntás?

—Nada, pasaba cerca y me preguntaba si podía ir a saludarte. Bueno, no pasa nada, chao pues, besos —colgó rápidamente.

Llamar a Charly ahora para que viniera a su casa era el plan B, pero arruinaba un poco la sorpresa. Por suerte, la casa de este estaba sola y podía llevar a cabo el plan A.

El timbre sonó. Charly no sabía quién era, pero Vanesa y Erik habían ido juntos a recoger la comida del cumpleaños y tenían llave, así que supuso que se trataba de doña Ligia.

—¿Mamá? —preguntó abriendo la puerta, pero una expresión de grata sorpresa apareció en su rostro al ver quién había llegado—. Mamasita —se corrigió.

—¿Puedo pasar? —preguntó Yeimy, que venía con un abrigo negro.

—Sí, claro —respondió Charly, y ella avanzó unos metros mientras él se quedaba cerrando la puerta—. ¿Qué hacés acá?

—¿Te acordás del día que se me derramó café en Excelsior? —Yeimy se mordió el labio inferior y él asintió—. ¿Y de lo que me dijiste cuando me encontraste?

—¿Qué dije?

—Que si era tu cumpleaños o por qué habían dejado ese regalo en tu oficina —se sonrojó levemente—. Pues... Ahora sí es tu verdadero cumpleaños... Y aquí está tu regalo.

Se soltó el cinturón del abrigo y lo dejó caer al suelo, mostrando que solo llevaba debajo un fino conjunto de lencería blanca de encaje.

A Charly casi se le paró el corazón, pero tras unos segundos logró recomponerse.

Será mi perdición (Charleimy)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora