3. Yo nunca...

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- Lola, usted quiere que yo me enamore, ¿cierto?

Sonrío, porque me imaginé que esa iba a ser su reacción.

Aunque está chorreando agua por toda mi sala de estar, lo dejo que camine directo desde la puerta que acabo de abrir hasta el piano de cola que tengo junto a mi balcón.

Vivo en departamento enorme de un sexto piso que me alquilaron por una miseria porque no tiene ascensor. Subir el piano requirió de grúas e ingenio, pero amo este lugar y ya que no tengo intenciones de transportar este piano de nuevo, planeo quedarme aquí hasta que muera.

Ya que la sala está separada de la cocina únicamente por una barra americana, lo miro levantar la tapa del teclado y tocar un par de acordes básicos.

- ¿Tocas? – Le pregunto desde la cocina, donde me estoy quitando mi chaqueta mojada y dejándola en la lavadora

- Isa me ha enseñado algo, pero no soy muy sobresaliente

- ¿Isa? – Repito, torciendo la cabeza - ¿La perra que te tiene triste?

- No estoy triste en absoluto – Dice, sonriéndome coquetamente – Isaza. Mi mejor amigo – Aclara al final

- ¿Qué pasa con la cosa militar de llamarse por los apellidos?

- Somos una banda de 4 personas en la que dos nos llamamos Juan Pablo, así que... – Se encoge de hombros, porque eso hace bastante obvio el tema de los apellidos.

Juan Pablo.

Saboreo su nombre mientras lo miro, pensando que puedo decir mucho acerca de su forma de besar para este momento, y no me había dado cuenta de que no sabía cómo se llamaba.

Juan Pablo es un nombre de niño.

Villa le sienta mejor.

- ¿Tienes hambre? – Le pregunto mientras me quito mis botas y camino hacia él descalza

- Si le digo que si... ¿Me va a echar después de comer?

- No te voy a echar

- ¿Nunca? – Me pregunta con una sonrisa

No le respondo nada, porque si me sigue mirando así, puede que no lo eche nunca.

- No tengo mucha ropa para prestarte, pero al menos te puedes quitar la chaqueta – Le digo por cambiar de tema, y pues porque mi espíritu de señora me hace ser una buena anfitriona

- ¿Está tratando de quitarme la ropa? – Se burla, pero de todos modos se quita la chaqueta y la deja en el perchero que tengo junto a la puerta.

El cárdigan que lleva bajo la chaqueta parece estar más o menos seco, así que va a tener que sobrevivir con eso.

- Cuando esté tratando de quitarte la ropa, lo sabrás

Me gusta el modo en el que pasa de tímido a seductor. Mira al suelo para ocultar su sonrisa mientras sus mejillas se colorean.

Quiero pensar que es adorable, pero he sido besada por este hombre y sé que no hay nada infantil acerca de él, así que pienso que simplemente es auténtico.

Y eso me gusta.

Cuando mira al suelo, se da cuenta que ha dejado un charco desde la puerta hasta donde está parado y levanta la mirada con horror, lo que inevitablemente me hace sonreír.

- Te diré qué – Le propongo, porque parece que va a entrar en una crisis nerviosa – Quítate los zapatos, relájate, pon la música que te guste, y ven a hacerme compañía mientras nos cocino algo, ¿vale? Ya secaremos eso luego, o se sacará por su cuenta, solo es agua

Simplemente pasanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora