- Dime de inmediato que es lo que te pasa – Me exige Dani.
Estoy sentada tras el escritorio de mi oficina en la parte de atrás del bar.
En realidad, es una bodega que comparto con cajas de cerveza y botellas de reserva de los tragos que tienen menos rotación, pero es un ambiente que me gusta. Está lleno de los recuerdos que tengo con mi papá, y normalmente eso resulta motivador. Hoy, solo me hace extrañarlo locamente.
- ¿Quieres decir fuera del hecho de que, si no pasa un milagro, tengo reservas para que el negocio que mi papá amaba subsista por otras dos semanas, a lo sumo?
- Si, además de eso – Exige obstinadamente
- Llevo dos días sin dormir bien – Le respondo, desestimando su observación – Creo que si prescindimos de toda la línea premium de licores, puedo cerrar los pagos pendientes a proveedores de este mes. Los 2x1 de cocteles están funcionando, así que puedo estirar un poco lo que tengo hasta que el banco me apruebe un crédito
- ¿Y si no?
- Y si no, supongo que venderemos y el sueño de la vida de mi papá se convertirá en un restaurante de hamburguesas, pero por lo menos tendré con que pagarles una buena liquidación a todos ustedes – Respondo, con un encogimiento de hombros.
Le pedí un mes al comprador potencial para decidir si me quedo con el negocio o vendo. Me ofreció un buen trato, y aunque me duele hasta el último hueso de solo pensar en vender, estoy empezando a hacer las paces con el hecho de que he luchado por este negocio con todas mis fuerzas, y llegados a este punto, será lo que tenga ser.
- Todo va a salir bien – Asegura Dani – Y ya me dirás qué es lo que te pasa. Por ahora, va a empezar la hora feliz de cocteles, así que te necesitamos abajo
- Vale. Gracias, cariño. Estaré allí en dos minutos
Dani asiente, y aunque sé que quiere preguntar algo más, sencillamente sale y se va.
Solemos trabajar con dos personas en la barra, una en la caja registradora y tres meseras. Hoy solo estamos las meseras y yo para hacer todo el trabajo, y ya que es una noche de sábado, la jornada promete ser maratónica. Sin embargo, tengo la fortuna de estar rodeada de un equipo genial, que ha decidido quedarse a mi lado incluso sabiendo que el barco podría hundirse en cualquier momento.
Supongo que papá tenía razón, y la magia del rock and roll une a la gente y todo eso.
Me cambio rápidamente la camisa que llevo por la camiseta del uniforme del bar y me recojo todo el pelo en una coleta alta que ato con una pañoleta roja. Ya que necesito animarme a mí misma y recordarme ese espíritu apasionado del rock que me ha traído hasta acá, me pongo el piercing de la nariz que no he usado en años. Finalmente, me pinto los labios de rojo y cierro mi oficina para salir a la barra.
Hay dos comandas ya esperando por mí cuando llego. Guns and Roses suena en los parlantes. Me lavo las manos y me pongo a trabajar, convencida de luchar hasta lo último de mis fuerzas.
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Ya que no tenemos Dj, diseñamos una especie de rocola digital, en la que la gente nos envía los títulos de las canciones que quieren escuchar por medio de una aplicación, y yo las agrego a una lista de reproducción.
Entre preparar tragos, recibir pagos y poner la música, francamente ni siquiera recuerdo cuáles canciones he programado, así que debe ser proverbial que, cuando Love Song empiece a sonar, sea justo cuando Dani se inclina hacia mí.
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Simplemente pasan
Hayran KurguLola no tenía ni idea de que ese extraño melancólico escribiendo en la esquina de su bar iba a cambiarle la vida. Esa noche, ella solo vio a un niño y lo invitó a un whiskey. No sabía que ese niño que solo se presentó como Villa se convertiría en J...