Está antinaturalmente callada todo el camino en Uber hasta mi casa, pero tiene los dedos entrelazados con los míos y la cabeza apoyada en mi hombro, así que le permito perderse en sus pensamientos, siempre y cuando siga aquí conmigo.
Acaricio sus dedos con mi pulgar, y trago saliva cuando mis caricias se encuentran con la banda de su anillo de bodas.
Ese que no se ha quitado luego de dos años, y cuelga entre los dos como un signo de interrogación invisible.
Nos bajamos del carro en mi casa y ya ha empezado a lloviznar, así que corremos hacia la portería de mi edificio. Le grito un saludo al portero, que se ríe cuando nos ve pasar corriendo.
Cuando llegamos al ascensor, estamos jadeando.
- Villa – Me dice, mientras oprimo el botón del ascensor
- ¿Qué pasa, cielo? – Le pregunto. Hace una mueca de dolor
- Ay. No me digas cielo – Me reprende. Pongo las manos al aire
- Lo siento. Lola, ¿qué pasa?
- Gracias
- ¿Por qué?
- Por escribir canciones hermosas pensando en mí
Le sonrío, y tiro de ella para traerla más cerca de mí y rodear sus hombros con un brazo. Dejo un beso en su cabeza y suspiro.
- No sé cómo responder a ese agradecimiento. Para mí es la cosa más normal del mundo
- Eso es porque no te das cuenta de lo impresionante que eres
- Los perros me hacen genial. Sin ellos sería una mierda
- De nada. Todo lo que tienes que decir es "De nada, Lola" – Me indica, imitando mi voz de manera bastante horrible
- De nada, Lola – Le respondo obedientemente – Aunque tú no me lo pidas, voy a hacerte una canción que te emocione el primer y último día.
Se acurruca contra mí para ocultar su sonrisa.
No le digo que esa frase la escribió Martin y no yo, porque me ha hecho quedar galante y no necesita enamorarse más del niño.
Subimos en el ascensor hacia mi casa, y solo dejo ir su mano para buscar las llaves en mi bolsillo. Abro la puerta para ella y la dejo pasar adelante.
Enciende las luces de la sala y camina directo hacia el ventanal del techo al suelo que es la razón por la que elegí este lugar. Junto a él hay un sofá y una mesa de café llena de papeles de lo que estaba escribiendo ayer. Mi colección de guitarras en sus soportes se exhibe orgullosa en el lugar en el que la gente normal tendría el comedor.
- Me gusta tu casa – Comenta
- Me gusta verla aquí – Respondo. Ella deja su bolso en el sofá y curiosea mi biblioteca
- ¿Te puedo confesar algo? – Pregunta sin mirarme
- Claro
- Me gustaban tus twitts – Le hago un guiño
- A lo mejor vuelven - Me devuelve una sonrisa radiante, y me dan ganas de pedirle que no se vaya nunca - Voy a preparar el café. Ponga la música que quiera
Le hago la seña hacia el parlante que está conectado en un estante de la biblioteca, y ella asiente de manera distraída.
Me gusta tenerla en mi espacio, así que la dejo mientras voy a la cocina y busco mi prensa francesa. Pongo a hervir el agua y muelo el café para que esté bien fresco. Es una bolsa de una buena marca que traje del aeropuerto, porque este tiene que ser el mejor café de mi vida.
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Simplemente pasan
Fiksi PenggemarLola no tenía ni idea de que ese extraño melancólico escribiendo en la esquina de su bar iba a cambiarle la vida. Esa noche, ella solo vio a un niño y lo invitó a un whiskey. No sabía que ese niño que solo se presentó como Villa se convertiría en J...