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Capítulo 2

El ruido en la puerta de entrada hizo a Eban alzar la vista de sus manos, una mezcla de alivio y sorpresa golpeó su pecho. Había intentado más de una vez forzar las entradas para salir pero había sido en vano, todo lo que había hecho las últimas horas había sido llorar, y ver su vida transcurrir delante de sus ojos, había sido deprimente, casi tanto como la posibilidad de que terminara con él muriendo en una casa abandonada en medio de la nada.

Casi por instinto se levantó y corrió a la entrada. Por la ventana lo vió. El ruso. El ruso había vuelto y traía comida. Su estómago gruñó en cuanto lo vio pero la experiencia le había enseñado a mantener la distancia por lo que se mantuvo en su sitio junto a la ventana. Esperando. Rogó mentalmente que el hombre se apiadara de él y le diera un trozo de lo que fuera que trajera en su bolsa, pero el recuerdo de sus puños aun era demasiado reciente para arriesgarse.

Cielos, su estomago rugió cuando el tipo pasó a su lado y el aroma de la comida comprada llegó a su nariz. La protesta de su cuerpo había sido tan alta que incluso el hombre se giró a verlo. Eban se encogió en su sitio cuando tuvo aquellos ojos pálidos puestos en él. Traía un ceño fruncido en su rostro.

—Lo siento. tengo hambre. Lo siento.—Se disculpó, no sabiendo cómo detener el rugido de su estómago.

Fiodor se movió demasiado rápido para el registro de Eban dos pasos y estaba sobre él, el pelinegro cerró los ojos esperando el ataque, pero todo lo que sintió fue una ligera presión en el pecho.

Cuando abrió los ojos, tenía la mirada de plata del otro fija en él, era intensa como si quisiera comunicarle algo. Bajó la vista a su pecho, la bolsa. ¿le estaba entregando la bolsa de la comida? con manos temblorosas Eban la tomó dudando. El platinado dio un rápido paso para atrás saliendo de su espacio personal y los ojos de Eban se aguaron de la emoción.

Ni siquiera se dio tiempo a moverse de donde estaba, se sentó allí en ese mismo rincón y abrió la bolsa. Era del Mcdonald. Comida del Mcdonal. Eban casi quiso reírse de la emoción, había una Big Mac y un Crispy Chicken, incluso nuggets y papitas. Eban se atragantó con ellos sin preguntarse si debía compartirlos. Como si una fuerza mayor lo hubiera castigado por su falta de modales, su estómago se reveló en cuanto se atiborró con la última papa frita y apenas si le dió tiempo a salir al porche para vomitar sobre la valla, en el pasto.

oh, no, Eban quiso echarse a llorar de nuevo, sabiendo que volvería a estar hambriento en cuanto la descompostura se le pasara ¿y cuando el hombre pálido volvería a alimentarlo? Había sido tan estúpido, pero había estado tan hambriento...

una mano en su hombro lo hizo girarse. Eban se limpió la boca con el puño y volvió a disculparse. El ruso aun lo miraba con el ceño fruncido en desaprobación.

—no quise, lo siento...—Fiodor lo tomó del brazo y lo arrastró de nuevo a la casa antes de volver a encerrarlo.—No. No, no me dejes aquí.—Eban intentó agarrarlo, no podía seguir otros, sabía dios cuantos, días encerrado allí sin comida, iba a morir. No quería morir asi. Intentó con todas sus fuerzas retenerlo, pero el hombre solo se deshizo de su agarre empujándolo dentro antes de salir dejando la puerta llaveada detrás de él.

Eban corrió hasta la ventana y observó como el hombre volvía a subirse a su coche antes de desaparecer de nuevo en el camino del bosque. Eban se dejó caer rendido abrazado a sus rodillas y ni siquiera lloró esa vez.

Un par de horas más tarde, quizás tres o cuatro, (Eban no lo sabía con certeza, no había relojes en esa casa) volvió a oir el ruido del motor acercándose. El sol comenzaba a meterse en el momento en el que se oyó la puerta del coche abriéndose, allí estaba, otra vez, traía otro par de bolsas con él, pero Eban no pudo ver el contenido.

Marica (Pedikom)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora