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hola mis amores, como están, sé que tendría que haber actualizado alguna otra de las historias, normalmente intento actualizar un cap de cada una, pero honestamente estos dos me tenían inspirada. Los amodoro. 

Capítulo 3

Había pasado un buen rato, la luz ya se había ido y los insectos habían salido a revolotear. Si no fuera por la iluminación artificial que rodeaba toda la casa fiodor hubiera tenido que entrar de nuevo. El sudor amargo había cubierto su cuerpo, los músculos de sus brazos y pecho se sentían buenamente adormecidos después de todo el trabajo manual, pero le gustaba, se sentía mucho más relajado de lo que había estado cuando llegó al cobertizo.

Se detuvo dejando el hacha en el suelo y apoyándose en ella como si fuera un bastón mientras contemplaba su trabajo. Había una buena pila de leña nueva amontonada en ese momento.

Un sonido de pasos a su espalda lo obligó a girarse llevando instintivamente el hacha a su hombro, a mano por si acaso necesitaba de ella. Recorrió el terreno con la mirada en dirección al ruido. La casa estaba montada sobre una plataforma de tocones por lo que encontró a Eban parado en las escalera.

—Te traje un poco.—le dijo con duda agarrando con fuerza los bordes del plato como si necesitara de ello para mantenerse en pie.

Fiodor dejó el hacha sobre la mesa de trabajo más cercana y fue hasta Eban. Aún temblando el pelinegro estiró sus manos con el plato para fiodor. Fiodor lo tomó y se sentó en el primer escalón para inspeccionar el plato. Se preguntó si le habría puesto algo, lo olfateó, no podía percibir nada extraño y no recordaba que hubiera algo en la casa que pudiera usar contra él.

Fiodor alzó la vista a Eban intentando determinar si podía confiar en él, decidió que sí, vamos, el tembloroso chico no parecía del tipo que se atreviera a intentar un movimiento contra alguien como él y en caso de que se equivocara Fiódor estaba bastante seguro de que incluso estando intoxicado podría estrangularlo con una sola mano.

Decidió comer, el trabajo físico lo había dejado hambriento y cansado. Necesitaba un baño y luego dormiría como un jodido muerto un par de horas. Miró a su alrededor al tranquilo bosque, el croar de las ranas y otros animales hacían su propia sinfónica natural. la lámpara para mosquitos estaba llena de insectos atrapados en ella, algunos otros revoloteaban alrededor, pero había sudado lo suficiente para que se mantuvieran apartado de él.

Era tranquilo, era todo lo que había soñado en sus años en el delfin negro. Había llegado a sentirse un animal allí dentro, era tan fácil olvidarse de quién era. Había añorado la paz de una noche solitaria, una buena comida y una cama que no fuera de concreto. Había visto sus peores años allí, pero había escapado. Veía su libertad como su bien más preciado, por eso amaba estar allí, al aire libre, sin ningún grillete sobre él. Incluso después de varios años de libertad, aún podía sentir las secuelas que le había dejado sus años en aquella prisión de máxima seguridad.

Volteó su cabeza intentando deshacerse del asfixiante pensamiento y vio de nuevo a su silencioso acompañante observándolo comer.

—deja de—Temblar, fiodor no conocía esa palabra en aquel idioma, por lo que hizo la mímica sacudiendo su cuerpo antes de alzar la barbilla en dirección Eban como acusación.

—lo siento.—Eban se disculpó abrazándose a sí mismo para contener el movimiento involuntario mientras observaba al platinado comer la pata de pollo con las manos.

Definitivamente un bárbaro, pensó, un oso gruñón. no, un oso Polar, se corrigió a sí mismo, eso era lo que parecía.

Fiodor dio su último bocado y alzó de nuevo la vista a Eban que seguía con los ojos fijos en él.

Marica (Pedikom)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora