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Capitulo súper súper largo y final que lo disfruten los amodoro, espero su opinión

Los golpes de Eban habían pasado del morado al verde, pero Fiodor aún se veía enfermo. Le preocupaba que la herida de su espalda se infectara, por dios le habían quitado un maldito riñón. Al menos eso era lo que Eban había conseguido sacar de las pocas palabras del rusos.  Alguien lo apuñaló por la espalda, eran tres, había conseguido sacarselos de encima, pero uno de ellos había  llegado a él. En el hospital tuvieron que operarlo y el daño no fue reparable. Eso sonaba como algo grave. Tenía que estar en el hospital y recibir atención, antibióticos, necesitaba un doctor con él. No a Eban, no a un simple Eban. Por el amor de dios. Él no era nada. Eban se acostó a su lado de nuevo haciendo lo único que podía hacer en el último tiempo, darle compañía, mantenerlo caliente y alimentado. Fiodor hizo algunas llamadas, aún parecía un poco dolorido cuando se movía. Eban lo había ayudado a cambiar sus vendajes todos los días. Si dolía, el ruso apenas emitía un par de quejidos que parecían más  un gruñido que un lamento.

Eban apoyó su cabeza en el hombro del ruso, se durmieron todas las noches juntos mirándose hasta que el primero en caer perdía su extraño juego de mantenerse las miradas. Eban no quería perderlo de vista de nuevo y Fiodor parecía compartir su paranoia.  Pasaron largas horas hablando de lo que harían cuando por fin se fueran, una casa, eso parecía distraer a Fiodor, Eban hablaba y Fiodor escuchaba con atención. Cada palabra salidas de sus bocas parecía una promesa de que pronto serían felices, pronto.

Muy pronto.

Nadie había vuelto a la propiedad en los días siguientes, Eban lo agradeció, su cuerpo aún dolía por el asalto.  Fiodor le prometió una y otra vez que su familia no volvería a lastimarlo, los sacaría de allí. Eban quiso creer en las palabras del ruso, pero con lo verde y enfermo que se veía el único lugar al que parecía que irían sería a un campo Santo. Esa idea produjo un escalofrío en el cuerpo de Eban.

No. No pasaría. Fiodor era un hombre fuerte.

Temió a la fiebre las primeras dos noches, pero no apareció, la herida se veía bastante fea como si un carnicero lo hubiera hecho en lugar de un doctor cualificado. Se preguntó qué clase de atención había recibido un hombre buscado por la ley. Esperaba que "la familia" del hombre al menos hubiera conseguido buena atención médica para él.  Eban no sabía qué pensar sobre eso.

Fue al quinto día de su recuperación que Fiodor  por fin se levantó de la cama dispuesto a salir y dejarlo encerrado en la casa.

—no—le dijo Eban deteniendolo por un brazo. —no te irás sin mi. —Definitivamente eso era un rotundo no, Eban no iba a volver a pasar la miseria de las noches posteriores a su desaparición y si volvían a atacar?—no puedes.

Sus ojos se llenaron de lágrimas y eso pronto hizo que Fiodor se retorciera a su alrededor intentando consolarlo.

—net.—Fiodor limpió sus mejillas—ir, tengo que ir, hacer—Fidor intentó encontrar una palabra que lo explicará, tenía mucho que arreglar, conseguir documentos, dinero, silenciar algunas personas, tenía que hacer.—cosas—dijo odiando las limitaciones de su lengua. —por nosotros.

—iré contigo a hacer cosas por nosotros entonces.—le dijo Eban caprichosamente.

Oh santo Jesús.

—no. No es seguro.

—aquí tampoco lo es. Mira lo que me hicieron y tú no estabas.—eban no estaba echándole en cara, no, en realidad estaba marcando un hecho, uno por el que Fiodor no pudo evitar sentirse culpable. No había podido cuidar a su Eban cuando más lo necesitaba.—no puedes dejarme aquí de nuevo.

Marica (Pedikom)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora