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Capitulo 7

En cuanto Eban puso un pie en el radar de visión de Fiodor. Todos los planes de este último se fueron al garete. Cada maldita idea de tortura y castigo que había cruzado por su mente envalentonada de molestia, (y habían sido muchas, Fiodor tenía un amplio espectro de habilidades adquiridas en el arte de causar dolor) desaparecieron.

la remera que el chico había elegido le llegaba poco más de medio muslo haciendo que luciera un poco más pequeño. Eban tiró nerviosamente del borde del dobladillo antes de dar un paso más cerca, se podía ver algo de músculo en sus brazos y piernas, Eban era todo fibroso y delgado lo que ayudaba a que pareciera más indefenso. No era como si Fiodor nunca hubiera lastimado a un inocente, ese tren ya había zarpado, pero algo en la mirada entre asustada y esperanzada que le lanzaba hizo cosas extrañas con él.

Eban lo observaba como si quisiera acercarse a él, como si realmente solo estuviera pidiendo permiso para que le permitieran cumplir su deseo, en realidad podía ser un gran actor, Fiodor lo sabía, pero decidió que quería ser engañado, nunca antes nadie le había lanzado una mirada tan cálida en su vida.

—ven.—Dijo y el chico prácticamente corrió a sus brazos.

 Literalmente saltó a ellos y hundió su nariz en su cuello tomando una respiración profunda antes de apoyar su mejilla en la de Fiodor. El gesto tuvo al ruso ligeramente perturbado. El chico no parecía haber notado el aire peligroso que salía en olas de Fiodor como una nociva advertencia, y si lo había visto, lo había ignorado por completo.

—Gracias.—Dijo Eban rozando la nariz contra su mejilla. ¿Qué demonios? Las manos de Fiodor habían acunado los músculos de la espalda del pelinegro casi sin darse cuenta.—Por la ropa.—Aclaró.

Claro. La ropa. A Fiodor no le había parecido un gesto importante, pero el chico no parecía opinar lo mismo. Sintió los labios de Eban sobre su mejilla, acariciando con ellos el rastrojo en su cara, sus labios dieron un beso suave en su piel, el gesto más simple y dulce que Fiodor había recibido de alguien en su vida. 

Lo hizo sentir incomodo, algo en su pecho se sintió raro, la dulzura del gesto era algo que no sabía como manejarlo. Eban volvió a apoyar sus labios con otro beso ahora más cerca de su comisura. Fiodor tembló. Aquello había golpeado su estomago.

—Para.—Eban se quedó quieto en sus brazos, repentinamente tenso. 

Con más esfuerzo del que había pensado posible, Fiodor se obligó a soltar a Eban. Por un momento lo miró a los ojos, había confusión allí, parecía estar preguntando si había hecho algo malo. Había algo fuera de lo normal, eso era seguro, aunque Fiodor no sabía determinar si era bueno o malo, lo asustó. Sin dar explicaciones prácticamente corrió lejos del pelinegro encerrándose en su cuarto como un cobarde.

¿Qué demonios? sintió un temblor en su vientre, un tirón, algo entre dulce y amargo, no podía jurar que fuera una mala sensación pero no le gustaba lo desconocido, no le gustaba ¿Cómo había conseguido reducirlo a eso con solo un gesto tan inocente como ese?

***

Eban observó la puerta cerrada frente a su cara. no entendía que había hecho mal, sintiendo un nudo de decepción se dio cuenta de que en realidad, sí había estado deseando estar con el ruso. quizás solo estaba sintiendo gratitud por el hombre, pero su rechazo lo había hecho sentir enfermo, una parte de él quería entrar allí y preguntar que había pasado. No hubiera sido una conducta coherente, de hecho si hubiera sido solo un poco más sensato, Eban no lo hubiera hecho, pero lo que menos caracterizaba al pelinegro era la sensatez.

Marica (Pedikom)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora