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Hola mis amores cómo están? Cómo advertí al principio está sería una historia súper corta así que aquí nos encontramos con los últimos capítulos. Los amodoro que lo disfruten

Fiodor despertó sintiéndose extraño, la calma a su alrededor era una cosa a la que se había acostumbrado, pero había una diferencia entre la calma de la soledad  y está nueva sensación que se estaba apoderando de él.

Era una calma que llenaba su pecho de forma diferente.

Buena forma, se dió cuenta.

  Estiró su mano hasta dar con el cuerpo cálido a su lado, podía sentir su respiración  sobre su piel. Eban dormía  con el rostro presionado contra el costado del ruso,  la mano de Fiodor bajó por su espalda acurrucandolo un poco más cerca para llenarse  de esa sensación de plenitud.

Se sentía tan… bien.

para un hombre que durante toda su vida había aprendido a reconocer en si mismo solo la ira y la violencia está calma matutina se sentía demasiado surrealista.  Era bueno. Tan bueno...

Hundió su nariz en el cabello de Eban y Aspiró solo para estar seguro de que era real y no producto de su desesperada mente borracha.

Una risita y un estremecimiento le hizo saber que su compañero acababa de despertar.

—Buenos días oso polar. 

Fiodor gruñó algo que esperaba fuera un buenos días, por la mañana su inglés se sentía oxidado como si durante el sueño hubiera hecho un viaje de regreso a casa. Su acento se volvía espeso, y cerrado como su garganta.

Eban no pareció encontrar problemas en ello. Se removió hasta incorporarse sobre su codo para verlo, por una vez Fiodor no se sintió incómodo con alguien alzándose sobre él, de hecho se sentía bien ver a Eban desde este nuevo ángulo. Si era sincero consigo mismo se sentía bien verlo de cualquier modo. Casi sin pensarlo empujó uno de los muslos del chico sobre su propia cadera para que quedara a horcajadas.
El movimiento repentino hizo que Eban volviera a reír y fiodor tiró de él empujándolo a un beso descuidado y perezoso.

—mio?—preguntó.

Eban le sonrió con  calidez al  oír la vulnerabilidad en la voz del ruso.

¿Realmente le importaba?

Parecía que si.

Eban quería creer que sí, e inclinándose una vez más sobre el pecho de su ruso, le dejó un beso en la punta de la nariz.

—tuyo.

Se quedaron mirándose sonriendo como dos idiotas hasta que el ruido del estómago de Fiodor  interrumpió el momento sacando otra risa de Eban.

El chico se veía burbujeante de alegría y pensar que de alguna manera él había contribuido a eso hacia que el propio Fiodor no dejara de sonreír.

—¿comer?

—claro que sí hombre grande, vamos a darte de comer.—le dijo frotando cariñosamente el abdomen del ruso.

Fiodor sonrió, Eban le devolvió las sonrisa y mientras preparaban juntos el desayuno fue como si acabarán de firmar una especie de acuerdo tácito dónde las mañanas se habían declarado momento para para ponerse juguetones, las tardes para abrazarse en el sofá y la noches para hacer el amor, incluso cuando fiodor llegaba a horas impías.

Eban había aprendido a ignorar las manchas de sangre que a veces decoraban la ropa del hombre. De su hombre. Fiodor era su hombre ahora, no? No se habían puesto títulos, pero casa vez ellos se recordaban que se pertenecían. "Tuyo" y "mío" se habían vuelto las nuevas palabras favoritas del ruso.  Sus nudillos  fueron besados para que sanarán todas y cada una de las veces que llegaba magullado a casa.

Marica (Pedikom)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora