Casa de muñecas por Hayashida Haruki

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Los trillizos estaban haciendo algo raro, de nuevo, y Haruki no quería saber por qué llevaban esos voluminosos vestidos que mostraban en los programas históricos europeos a las siete de la mañana en la escalera de un antiguo templo budista.

Sabía que era mejor no preguntar qué diablos estaba pasando. Así que, como una rara muestra de inteligencia, tomó la racional decisión de evitar mirar al trío para seguir con el paseo de Pochi, lejos de lo que fuera que estuvieran haciendo.

—¡Oh Haru-kun, hola!

Maldito Hanagaki que no puede distinguir una maldita pista. Levantó la mirada y se encogió ante el emocionante saludo que le estaba dando. Hakkai y Chifuyu se dieron cuenta de su presencia y su expresión cambió a algo parecido al alivio antes de bajar colectivamente los escalones para unirse a él. La vista era algo divertida con la cantidad de volantes y encajes que tenían las prendas, pero extrañamente no tropezaron ni se les dificultó y Hakkai incluso se saltó los cinco últimos escalones con facilidad. Sí, algo raro estaba pasando.

—¡Haru-san, Haru-san, Haru-san! Oh, hola Pochi-chan —Chifuyu se inclinó un poco para acariciar la cabeza del sabueso afgano que ladró en señal de reconocimiento— Haru-san, ¿tienes tiempo hoy?

—Por supuesto que tiene tiempo, es Pah. ¿Qué tendría que hacer sino comer y dormir?— Hakkai se agachó para jugar también con el perro, golpeando sin piedad el orgullo de Haruki. Takemichi lo golpeó con el pie para que se callara antes de que el mayor empezara a gritar y le sonrió dulcemente al capitán de la tercera división.

—Haru-kun, si tienes tiempo hoy ¿puedes ayudarnos? ¡Eres el único del que podemos depender para esto! —Juntó las manos en posición de súplica, seguido por Chifuyu que rápidamente entendió a dónde quería llegar su compañero.

—¡Sabemos que estás muy ocupado con tus clientes ya que eres el mejor en bienes raíces, ¡pero realmente necesitamos tu experiencia para encontrar otra casa para el festival escolar Haru-san!

El hombre falsamente regañó y miró a Hakkai expectante, listo para que empezara a elogiarlo. El adolescente levantó la vista del perro despistado y miró a sus dos amigos haciéndole señales telepáticas con los ojos.

—Eh, sí lo que dicen. Eres el mejor, te necesitamos, bla bla bla.

—¡Hakkai!

—¿Qué? Lo felicité, ¿no?

Los dos rubios se burlaron al unísono antes de volver a centrar su atención en Pah, mirándole expectantes.

—¿Qué tipo de casa quieres?

—¿Qué tipo de casa quieres?

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—Feo.

—No hay suficiente espacio.

—Las ventanas son demasiado grandes

—¿Algun ciego hizo la pintura?

Haruki se mordió los labios para contenerse y no gritar a los trillizos. Se conformó con dar un puñetazo al escritorio tras el que estaba sentado, haciendo temblar la mesa y dejando caer varios papeles y bolígrafos. El trío que estaba en el sofá de la oficina lo miró interrogativamente antes de encogerse de hombros y volver a inspeccionar los sitios que el capitán de la tercera división desempacó frente a ellos. Ya habían revisado tres catálogos de casas, criticando desde la más barata hasta la más cara que les había presentado y Pah estaba, sinceramente, a punto de estrangular a uno de ellos.

—¡Urgh Haru-chan! Ninguna de tus casas es buena, ¡pensaba que tenías la mejor! —se quejó Hakkai en voz alta, ignorando el sonido del rechinar de dientes del hombre molesto.

—Si no fueras tan exigente-

—¿Qué hay de esta?

—No, es demasiado caro y la ubicación no es buena. ¿Por qué demonios recomiendas este, Haru-san? —Chifuyu frunció el ceño y negó con la cabeza ante el que le mostraba Takemichi. Una vena apareció en la sien masculina del mayor.

—Te recomendé este porque dijiste-

—¡Oh, mira este Michi, tiene un estanque!

—Y donde el dueño, que era un asesino , tiró su cuerpo Hakkai. De ninguna manera voy a poner un pie aquí. Haru-kun, ¿por qué recomiendas este? —Otra vena apareció en la cara del empresario.

—¡Haru-kun!

—¡Haru-san!

–¡Haru-chan!

—¡JODER! ¡DEJEN DE HABLAR, IMBÉCILES! YA ESTOY HARTO DE TODOS USTEDES! —Pah-chin finalmente explotó, con la cara roja de ira y la presión sanguínea en aumento, y su arrebato sobresaltó al trío, que parpadeó sin comprender al hombre.

—Cálmate Haru-

—No lo hagas. Joder, dime que me calme hijo de puta.

El trío se resignó y empezó a susurrar entre ellos, pareciendo señoritas chismosas de la... con sus disfraces y cómo le miraban de reojo. ¿Qué estaban haciendo con los disfraces otra vez? Ah sí, ensayando para la tienda extraña que querían hacer con su clase.

" ¡Estamos haciendo una tienda de "alquiler de muñecas"! ¡Somos las muñecas y necesitamos un espacio donde podamos tener una casa de muñecas, ya sabes!" Había dicho Takemichi. Debería haber dicho que no en cuanto empezaron a suplicar. Mejor, debería haber salido corriendo en el momento en que los vio vestidos de gala en el santuario. Pero no, aquí estaba sufriendo por sus idioteces y su exigencia.

—Les voy a enseñar una puta casa más y la van a elegir.

—¡No puedes hacer eso!

—¡Maldita sea, mírame!—eligió con rabia un papel al azar entre la multitud que ya había salido y lo golpeó delante del trío— Voilà. Su casa hijos de puta.

Chifuyu intentó protestar, pero cerró la boca ante la mirada mortal que le dirigieron. Takemichi recogió tristemente la hoja, con Hakkai y Chifuyu espiando por encima de su hombro y frunciendo la nariz con desagrado por el precio. Había demasiados cero.

—Haru-chan-

—No. Firma los papeles —deslizó el contrato junto con un bolígrafo y se cruzó de brazos.

—Pero-

—Firma. Lo.

—¿Podemos hablar de esto...? —los trillizos evitaron por poco el cenicero que el agente inmobiliario les lanzó y que estalló en la pared detrás de ellos. Se apresuraron a poner sus firmas en el documento que fue arrebatado y metido de nuevo en el maletín de Haruki.

—¿Sabes qué, Haru-kun? ¡Esta casa es preciosa! ¡Mira esas ventanas!

—¡Tanto espacio!

—¡Y un jardín!

—Y un... Espera. ¿No es esa la casa de Peh-yan?

Los cuatro hombres miraron las fotos de la casa y sí, era efectivamente la casa del vicecapitán de la tercera división. Miraron al capitán de forma interrogativa y recibieron un encogimiento de hombros indiferente.

—No lo sé, no me importa, tú eliges esa. Salgan ahora —volvió a arrebatar los papeles y echó al indignado trío de cosplayers de su despacho— Por cierto, tienen que ver con él si pueden tomarlo prestado. ¡No olviden el depósito de dinero mañana!— y enseguida les cerró la puerta en las narices.

—¿QUÉ QUIERES DECIR CON MAÑANA? ¿CÓMO DIABLOS SE SUPONE QUE VAMOS A TENER TANTO DINERO PARA MAÑANA HARU-SAN?—Chifuyu trató de abrir la puerta, en vano.

—¡ESTO ES UNA ESTAFA! ¡NI SIQUIERA ERES EL DUEÑO DE LA CASA!

—¡USTEDES FIRMARON HIJOS DE PUTA, YA NO ES MI NEGOCIO!

—¡Que alguien llame a la policía, esta perra acaba de estafar a menores!

Las travesuras de los trillizosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora